
La vida es…,
…caprichosa y a veces insoportable, terrible, sosa, complicada, incomprensible, cambiante, nos pone pruebas y barreras insondables, nos cambia el juego, nos hace sentir marionetas y nos enredemos entre las cuerdas, perdemos el tren o el autobús, nos cae medio diluvio y nosotros sin paraguas, nos da un banquete y nosotros en dieta, hace de nuestros sentimientos felpudo y hasta nos saca la lengua, es coqueta, se nos sube lentamente piernas arriba y en preciso momento de…, decide otra cosa, nos hace garabato, nos llena de flores para luego quitárnoslas y luego nos lleva de la mano a ver atardeceres de cuento. Nos invita a bailar justo cuando llegamos muertos de cansancio o nos invita a cenar cuando tenemos unas dos citas ya pactadas, a veces nos da la sensación de caminar por el camino equivocado, que las cosas no son como justo la pensamos, que detrás de las particellas siempre hay una nota que desafina, que a la bailarina tiene un terrible épaulement, un fatal relevé y un mediocre brisé, que los colores se escapan… y ella sonríe.
Todo en ella es así y muchísimo más. Es también constatar, día a día, que la vida es irremediablemente hermosa.
La vida es eso, un aplauso constante a TODOS nuestros actos. Es la sonrisa del sol y la mirada de la luna. Eso, por favor, nunca lo olviden.
Ésta semana ella me ha regalado, vía teléfono, la voz de mucho de ustedes y un montón de e-mail sugerentes, qué bueno es cumplir años y encontrar tantas cosas cada momento, en cada instante. No debería sorprenderme, la vida es así y ya a mi edad debería saberlo.
Gracias a todos ustedes por regalarme tantas imágenes en el anterior post y me tomo la libertad de transcribirles algunos comentarios que me dejaron vía e-mail:
“La impresión que me causo esta melodía fue de ensimismamiento. Una voz interior que se repite y repite, creciéndose, expandiéndose, transformándose pero siempre ahí. Una especie de trompo interior.”
“la de agua limpia cayendo por una escalera, como una alfombra invisible pero sonora. Es una imagen hermosa creo que sugerida por el insistente tema de la melodía que pasa de las violas a los cellos a los violines. La melodía no avanza. Se demora en las mismas notas, como una obsesión pero sin angustia.”
“me produce una sensación de estar en una pista de baile, con un vestido de soire como decían nuestras madres…”
“Me destapé una botella y la escuché no sé cuantas veces…, es de madrugada y aún la estoy escuchando. Debe ser otoño que llega…”
“Veo ese niño en su rincón…, como de foto vieja, en sepia, me recordaste a Oriana y no sé por qué…”
En cuanto tenga tiempo, espero que pronto, les envío el archivo a los que me lo solicitaron. Así que a limpiar los archivos de sus correos se ha dicho.
Del autor y el nombre la pieza.
No es otro que mi admirado Aldemaro Romero, compositor venezolano –les debo un post sobre él- y el 2do. Movimiento de su “Suite para Cuerdas” que lleva el nombre Vals para Clementina. Por cierto, me llamó la atención, en muchos de los comentarios, que notaron la cercanía de la pieza, es decir, que era latinoamericana y no europea.
Para terminar, les dejo otro regalo, sobre todo a los venezolanos allende de los mares, el primer movimiento de su "Suite para Cuerdas", de nombre “Fuga con pajarillo”. Esta Suite fue compuesta en Londres (1976) teniendo en mente la obra del músico venezolano Juan Bautista Plaza, a quién está dedicada, quien fue el primero que nutrió con música de joropo sus fugas académicas, una practica que, por otra parte, había sido iniciada en España, en el siglo XVI, por el compositor napolitano Domenico Scarlatti, con sus fandangos contrapuntísticos.
La "Fuga con Pajarillo" es una de las piezas del repertorio académico venezolano más difíciles de tocar, pues requiere de numerosos ensayos para que una orquesta logre el tono adecuado para interpretarla en un concierto. Esto no quiere decir que esta pieza es la expresión intelectual o rebuscada del ritmo folklórico original. Por supuesto que no es esto lo que pretende Aldemaro, al contrario, trata de que una se fundamente en la otra pero sin desvirtuarla. Lo que Aldemaro hace, sencillamente, es tomar al pajarillo –una de las variaciones que tiene el joropo, un aire de fandango, escrito en 6/8, típico de los llanos venezolanos- y explotarlo.
Empieza esta obra con un conjunto melódico en forma de fuga que, vistos mecánicamente, permiten una mejor ejecución. Estos compases en fuga los vierte directa, indirecta y retrógadamente usando los ritmos típicos del pajarillo, a fin de utilizar mejor las melodías rítmicas del mismo. Más tarde, le proporciona un giro inverso a la fuga del mismo tema, donde unos compases bajan y otros suben una y otra vez. En otras secciones incluye obstinatos para diferenciar ciertas partes de la fuga y luego crea un obstinato bastante largo para la viola y otro donde apacecen los segundos violines con otro giro típico del pajarillo (pam, papam, papam, etc.) y, siguiendo esta metodología, Aldemaro explota todos los ritmos de esta pieza folklórica. La composición en sí no presenta ninguna debilidad, pues es una excelente obra para cuerdas y tan firme como cualquier otra.
Así que amigos, a poner todo el volumen posible y sacar la falda o el liqui-liqui.
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