Miércoles Santo.
Hoy para los católicos apostólicos, y
demás “ólicos”, sería Miércoles Santo. La mayoría de las iglesias,
normalmente, estarían vestidas de morado y el Nazareno sería sacado en
procesión. Desde hace un año la cosa ha cambiado, el panorama es
distinto. El coronavirus, queramos o no, se ha instalado y trastocado
todo en nuestra vida. Ella, la vida, nos ha regalado otra realidad que
en constante cambio nos tiene locos, expectantes y agobiados.
Hoy
también se termina el mes de marzo y con el inicio de abril pienso en
Dios, en mi concepción de Dios, en lo que creo que es Dios. Muchos de
mis amigos y afectos creen que no soy creyente, hasta mi familia lo
piensa. No soy de ir a iglesias o alguna institución religiosa a
participar en ritos o asambleas, voy por mera curiosidad estética y/o
arquitectónica, soy más pedestre. No existe nada más excitante que
entrar en alguna iglesia medieval y jurungar sus tripas. Descubrir, por
ejemplo, el ingenio de los constructores al idear esos arbotantes, en
una iglesia gótica, es una maravilla.
Ahora, por qué pensé en Dios?
Pues,
por aquí, estamos en plena primavera y todo es un festín de hojas,
flores, colores y me pregunto: Quién soy yo para ir a molestar a ese
señor con mis cuitas, con mis avatares, con mis problemas, con mis
dolores o necesidades? Ya, de plano, existir, es, de Él, un regalo
inmenso. Bueno, también me hubiera gustado tener más cabello, unos 5
centímetros más -no en donde se lo imaginan- o tener el don de lenguas,
-es conocido que cuando el Espíritu Santo llegó para dar ese don yo
estaba comprando pan y llegué tarde- pero en líneas generales no me
quejo.
Solo me queda dar
gracias y respetar lo que ese Señor -y si de repente Dios es una
señora?, se imaginan TODO lo que puede pasar con tantas religiones
machistas?, da como para, por lo menos, mil argumentos- diseña desde que
tengo uso de razón y mucho antes incluso. Pensar en mover Júpiter, con
sus 82 lunas, no debe ser nada sencillo en el increíble ballet del
cosmos, y eso es solo un detalle para medio entender su grandeza.
En
un particular ataque de caspa de mi alma, me dio también por recordar
las virtudes cardinales. No soy perfecto y tengo un pasado de misa, casi
a diario, y esas cosas no son nada sencillas de borrar o dejarlas de un
lado. En fin, de las virtudes cardinales siempre me ha llamado la
atención *La Templanza* creo que en ella están encerradas las otras tres
pues de nada te sirve tener prudencia, justicia y fortaleza si no
tienes templanza. Seguramente estoy completamente errado, como es normal
en mí, pero eso es lo que me ha enseñado la vida. Ser sobrio en plena
tormenta, mantener el rumbo sin brújula, tener un criterio y la dignidad
de aceptar que uno se equivoca es parte del juego.
Pues
amigos, les regalo la palabra templanza para lo que queda de este 2021 y
que el Dios de mis abuelos te bendiga a ti y a tus afectos.
Diego Alejandro Ramírez Peña.
Ginebra, 31 de marzo de 2021
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