sábado, junio 14, 2008

Lago de Ginebra 080505 003

A veces existen situaciones que como una mancha de aceite sobre el agua clara corrompe y daña.

Lo siento amada Emperatriz China, te juré no tocar el tema…, pero las cosas ya se están pasando y, aunque no se me ha pedido, debo dar mi versión de las cosas, sin distorsionar, eso se lo dejo a otros más duchos en la materia.

Vamos a un poco de historia.

Capítulo 1.

A final del año pasado tuve la maravillosa idea de hacer unas tarjetas navideñas, las hice, las diseñé –gracias Yadi- y las envié a todas aquellas personas que para mí son importantes. Era mi forma de darles las gracias por tanta presencia, por tantas hermosas cosas que me han dado. Todo ello no ha cambiado, al contrario, cada día me enorgullezco más por conocer a tantas personas tan distintas que al final me hacen enriquecer mi vida.

Pero volvamos.

A una de esas personas, a la que llamaré mi Princesa de las Olas, le pedí un favor. Le pedí que si podía entregarle la tarjeta a otra tercera persona. Ella me dijo que sí y hasta nos reímos de la posible reacción de esa tercera persona.

Tonto yo, si hubiera conocido lo que vendría después.

Lo cierto que les envié sus respectivas 2 tarjetas y un presente para ambos. Me explico, a mediados de año compartí, con ellos, un viaje a Pisa y Florencia. Gracias a Alitalia, y dos interminables horas en el aeropuerto de Roma, mis maletas no llegaron a Pisa y, con ellas, mis presentes para ellos. Pues, aprovechando el envío de las tarjetas, se me ocurrió enviarles un voucher, en un sobre plateado. Una cena para cuatro personas en la ciudad de los canales. Una cena para ellos, mis dos amigos, y a sus respectivas parejas. Era mi presente de navidad para ellos.

Cuál sería mi sorpresa que un día después, de llevar el sobre al correo, me llama Mi Princesa de las Olas y me dice: “Me parece, decidí, que es mejor no entregarle tu sobre a…, cuándo me llegue tu carta tomo mi tarjeta y la otra te envío de vuelta.”

No comenté lo del voucher. Me molesté, no lo puedo negar, pero no dije nada. Las cuatro cenas se perdieron, me trague mi enfado, la vida sigue y santas pascuas. Pero no. La historia no.

Yo, de sin vergüenza, seguí visitando sus respectivos blog dejando mis comentarios, notando que ellos respondían a todos menos a mí. Un mes después le escribí un mensaje por móvil, a Mi Princesa de las Olas, “tiempo sin saber de ti” y obtuve como respuesta un: “Esto es considerado como acoso y la verdad es que espero no se repita nunca, es más, sólo pido respeto y distancia. Usted me irrespetó e insultó y normalmente los que considero mis amigos no lo hacen.”

Yo le irrespeté? Yo la insulté? En qué momento?

Aun no salgo de mi asombro y al mostrarle el mensaje a Mi Ave Migratoria me dijo: “Tú…, acosando?, definitivamente la gente no sabe lo que es acosar”

Era la primera vez que leí, dirigido a mí, la palabra acoso. Confieso que a veces soy tonto y no mido las consecuencias. El párrafo de su mensaje venía, como anillo al dedo, a una historia que había escrito dos años antes. Así que lo usé y la historia la publiqué en mi blog. Más leña al fuego.

Por mi parte pensé que el capítulo estaba cerrado, pero no. Luego descubrí no uno, ni dos, ni tres…, cuatro fueron los escritos, que el destinatario de la tarjeta no entregada, me dedicó. No voy a mencionar el texto de tan maravilloso escritos. Me respeto y, sobre todo, le respeto. Sólo puedo agregar que su página me parece muy buena. Ya no puedo verla ni disfrutarla, él se encargó de cerrarme la entrada, no sin antes averiguar que tipo de Windows uso y no sé qué otras cosas más. El acosador, en ésta historia soy yo.

Capítulo 2.

A principios del año pasado viajé a Madrid con unos compañeros de la oficina. En Madrid tengo algunos amigos y dejé de verlos para conocer a Ña Coqueta. Nos citamos frente al café Gijón, la nota era la literatura, y la tarde sonreía. Mi Hijo, unos de mis compañeros de la oficina, luego me preguntó que “cuántos años tiene Ustedes conociéndose”, su cara era un poema cuando se enteró que estábamos viéndonos por primera vez.

Lo cierto que terminamos, Ña Coqueta y yo, cantando y recordando nuestra niñez, Sopotocientos por media Castellana. Mientras su hijo y mi hijo guardaban silencio, atónitos, en los asientos traseros de su auto.

Volví a Ginebra y era una delicia nuestras charlas telefónicas. Ella me contaba sus proyectos, de sus escritos, de su próxima novela y yo de los míos. Es más, en esas charlas nacieron tres post, tres post que le prometí, que les dediqué y ya publiqué. “Cuándo vuelves a Madrid. Una botella de vino tinto te espera” era la promesa cada vez que charlábamos. Los meses pasaban y mi viaje no se daba.

Por fin pude organizar mi viaje a Madrid a principio de este año. Fuegos artificiales por teléfono. Dos días antes me escribe y me dice: “Discúlpame, pero estoy ocupadísima…, y no te puedo atender”.

Bueno, lo bueno se hace esperar, pensé…, pero no.

Volví a Madrid y la llamé: “Mi hijo tiene un cumpleaños…”

Le llamé, meses después, una vez y la frialdad aun me hiela el alma.

Le escribí, palabra que no entendía, no entiendo y su única respuesta fue: “No hay nada que entender. Es un decisión personal”.

Fin de la historia:

Cada vez que le comento a Ña Coqueta mi comentario desaparece -tampoco son miles-, hoy fui y le coloqué lo siguiente:

“Cuánta ausencia…

Cuánto silencio

Cuánto nudo en la garganta

Cuánta intolerancia

Cuánta sentencia

Cuánto martirio

No existe cosa más triste que el silencio de un amigo, un pájaro sin alas, una campana nuda en la noche, un sin horizonte, un sin por qué…

El silencio entre dos almas, es un río de cartas por escribirse, sin tinta ni destinatario

Yo?

Aún espero,

Espero que las nubes dejen salir el sol

Escuchar una voz

Tanto silencio me aturde

Se pueden romper fotos, silenciar los sonidos

Se puede: cortar brazos, incendiar conciencias, bajar el telón, cerrar un libro, encadenar miradas…

Pero jamás con mi conciencia y la verdad de mis palabras…

Cuánta ausencia…

Cuánto silencio

Cuánto nudo en la garganta

Cuánta intolerancia

Cuánta sentencia

Cuánto martirio

Y por siempre, y que nunca se te olvide.

Todo lo mejor para ti.

PS: Espero que el mensaje llegue y no se borre.”

Y lo borró, y escribió, como respuesta, que soy un acosador.

Lo que más me duele y me pone triste es ser acusado, juzgado y condenado de gratis. Tuve durante un tiempo debatiéndome entre el callar o escribir. Si callaba daba la razón, si protestaba también.

No guardo rencor, el rencor agria y envejece. Pero de algo pueden estar seguros, les deseo a ellos, ahora y siempre, todo lo mejor de lo mejor.

Por mi parte cierro el libro, aprendí y eso se agradece.

Saquen sus propias conclusiones.

Se me olvidaba. Todo lo mejor para Ustedes.

sábado, junio 07, 2008

Hace algún tiempo, tuve unas de las exquisitas charlas con mi Amada Emperatriz China que, entre te e incienso, solemos pasar tocando multitud de temas. Con ella se debe ejercitar el intelecto, la rapidez mental, el juego de palabras y, sobre todo, el humor con diferentes tipos de Ph. Una de las cosas que le estoy agradecido a la vida, y de las cuales me honro, es el contar con ella, con su amistad, su sabiduría y su palabra.

A mi Amada Emperatriz China

Recordaba, estos días, una conversación en particular. Últimamente mis días han sido de un torbellino de cosas y situaciones. Circunstancias de vida en las que se tiene que tener el bote bien amarrado y con el ancla completamente asegurada. También con la vela sujeta firmemente, mirar estudiando cada una de las olas del mar abierto, con una brújula a mano y las cartas de navegación a punto. Peligroso tiempo el que vivimos, tiempos de dobles caras, sonrisas como muecas y amistades verdaderas. Campos minados, sonrisas en sordina y un etcétera de vértigo. Es dudar del sol y no creer en la luna. Yo me entiendo.

Recordé, una vez más, el día en que me le revelé como un total y completo intolerante.

"Intolerante? Tú?" Me dijo ella, tejiendo una sutil sonrisa en el aire y jugando, casi coquetamente, con su abanico de jade y sedas pintadas.

Hubo un silencio confuciano entre nosotros, mientras ella se perdía entre las nubes de un día sin nubes, dejó pasar cincuenta estaciones en un segundo y taladrándome con los ojos, volvió a decirme:

"Intolerante…, tú?" Respiró profundo, para terminar con un certero: "Arguméntamelo." Manteniendo, sin un asomo de expresión, su cara de porcelana fina. Momento que temo, la verdad.

La tolerancia se me ha desvirtuado. Debe ser la globalización -bobalización- me la convertido en trapito sucio por tanto uso y abuso. Se me ha puesto pré ta porte, en comida lista para llevar, en sombrero quita y pon.

Diariamente veo que lo de ser tolerante está de moda, distorsionamos la realidad y la maquillamos, la decoramos para que no moleste. Los disidentes son callados, las voces silenciadas y el mundo sigue.

La tolerancia es un camino espinoso y es mandada, al demonio o al altísimo, en el primer momento. Es un constante “no hagas lo que yo hago, pues si tú lo haces es pecado” constante y mirada que ni Torquemada.

Un pequeño ejemplo. Si una mujer occidental va a un país islámico, DEBE ponerse el velo. Por respeto o pues sencillamente la pueden matar. Nosotros los de los países occidentales debemos y tenemos que ser tolerantes con su religión y cultura. Pero si una mujer con su velo islámico viene a un país occidental y se le pide no portarlo, por lo de sociedad laica o por la nota feminista. La cosa se complica, pues Ellos -sobre todo los hombres de religión islámica- exigen que se les respete su religión y cultura.

Tolerancia con ellas

Y me pregunto. No se supone que lo que es igual no es trampa?

Somos tolerantes pero no aceptamos compartir la mesa con alguien de otro color, somos tolerantes pero “ese” -importante cara de asco- ser es vegetariano, latino, gay, gocho, comunista, pijo, mujer, tico, chavista, gringo, friki, moro, concheto, sifrino, marginal y no sé cuántas etiquetas más.

Tolerancia en Sudáfrica

También existe lo de: “Tú eres un nada, pero como yo soy inteligente, te acepto. Yo soy tolerante”. Papelito que juegan muy bien los países industrializados con los que no son tanto.

Tolerancia en el 3er mundo

Particularmente creo que la tolerancia va más allá de eso. Es entender, comprender, conocer, explicar, aceptar, oír, escuchar, ver, observar, estudiar, sentir, apreciar, y cualquier cantidad de verbos, al otro. Es nutrirme de otra realidad, de otra forma de ver mi realidad, es saber y entender que todo tiene, por lo menos, dos puntos de vista. Es, en definitiva, respetar al otro, es saber que no somos depositarios de la verdad absoluta. Es saber que no somos perfectos.

Mi significado de tolerancia es de igual a igual, es algo horizontal…, pues todos vamos al baño aunque sea una vez a la semana.

Por ello soy Intolerante, no comulgo con el uso de la tolerancia en los tiempos que corren.

La Emperatriz volvió a sonreír y me dijo:

“La tolerancia de arriba hacia abajo es arrogancia. La tolerancia de abajo hacia arriba es sumisión. La tolerancia de igual a igual es vivir y dejar vivir.”

Luego, mientras observaba el horizonte y veía el crepúsculo “…por cierto, apreciado Hechicero, distorsionar la realidad es sencillamente locura”

Ella en su infinita sabiduría es, sencillamente, divina.



Todo lo mejor para ti.