jueves, diciembre 24, 2020

Pintar la casa...

 Por nuestra cultura “occidental y cristiana” diciembre se viste de esperanza y cuando éramos niños contábamos, ansiosos, los días para la llegada de la navidad. Era ver que en la sala se vestía de arbolito, de nacimiento -pesebre o belén, según el país-, mientras nuestras madres y abuelas luchaban por elaborar la comida del 24 o pensar qué se iba a estrenar el 31 de diciembre. Eso sí, pintar la casa era un mandato tácito y ya desde meses se decidía si era pertinente colocar el mismo color o cambiarlo.

 

Pintar la casa.

 

En mi país el 24 de diciembre tiene el sabor de hallacas, pan de jamón, ensalada de gallina, pernil, dulce de lechosa y, sin duda, música. Es recordar a Richie Ray con su “Jala jala”, cuando yo tenía 4 años, Julio Jaramillo con su “Campanitas”, el inevitable Tony Camargo torturándonos para creer que “yo no olvido el año viejo”, mientras José Luis Rodríguez, con La Billo’s y antes de ser “El Puma”, nos seducía a que “Cantemos con alegría”, eso sin olvidar que Nelson Zavarse le diera por grabar, allá en 1963, año de mi nacimiento, “Faltan Cinco pa' las Doce”. ¿Y dónde ponemos a José Feliciano cantando “Feliz navidad”, sin cortarnos las venas?

 

Gaitas y aguinaldos.

 

Esto es meterse en aguas profundas y terriblemente peligrosas. Desde Lila Morillo cantando con los Cardenales del Éxito -Garagarufa- inolvidable es aquella portada “La soberana en gaita” disfrazada de Virgen de Coromoto sin el niñito en sus manos, según mi mirada infantil. Recuerdo a ver Los Tucusitos en aquel CVTV, cantar las recopilaciones del maestro Vicente Emilio Sojo -Entre otras Cantemos, cantemos”, “De contento” o “La jornada” que todo el mundo llama “Din, din, din”-. Era escuchar a Joselo y Simón en aquellas producciones de Hugo Blanco. La voz Nancy Ramos, a La Verde Clarita, El Quinteto Contrapunto, a María Teresa Chacín, a El Orfeón Universitario de la UCV con su “Toma lo que te ofrecí”, el Negrito fullero de Daniel Alvarado y, es inevitable, Guaco.

 

Para los más jóvenes seguramente tendrán otros referentes, otros sabores, otros olores, otras tradiciones y otros entrañables recuerdos. Pero esa es la navidad, el fin de año que yo recuerdo y que se me diluye como una gota de agua en el océano. Se supone que eso será vivir.

 

Y aquí, a mis 57 años sólo me queda sentarme a recordar aquellos tiempos idos donde estaban personas que ya no están, lugares que desaparecieron, sonrisas que se quedaron allá, rumores que se apagaron, pasos de bailes que se congelaron y se transformaron en un simple gesto. Sólo me queda sonreír pues me quedan todos esos momentos, muy dentro de mí, todos ellos son mi tesoro, son "las monedas de chocolate que atesoso secretamente debajo de la almohada de mi niñez". Gracias mil al increíble Aquiles Nazoa estés donde quieras estar.

 

“Termina diciembre, otra vuelta del trompo del tiempo” y hacemos promesas, y haremos promesas, y le vuelvo a robar los versos a la canción de Henry Martínez pues eso es diciembre, un constante “Haremos promesas”, la idea es, después de tanta vueltas, “lograr pintar la casa de nuestra vidas”. Me pregunto, y te pregunto: ¿De qué color pintaremos la casa de nuestras vidas?

 

Una vez Antonio Gala dijo lo de: Somos una centella que cruza el anchísimo pecho de la noche, de repente, y va de la oscuridad a otra oscuridad. ¿Por qué no brillar mientras dure el brillo y ser estrella?

 

Te deseo una hermosa navidad, llena de esperanza, de bonitos sueños, de maravillosas promesas y un nuevo año para que, como gran cuaderno de páginas blancas, lo llenes de lo que desees escribir, construir, crear para ti y para todos tus afectos.

 

Ginebra, 24 de diciembre 2020.