He estado de viaje en los últimos días por cuestiones de trabajo. Ya estoy mareado de tanto tren de ida y vuelta.
Anhelábamos tener unos días libres y, supuestamente, debía ser un fin de semana tranquilo y especial él que hoy termina. Y quedó en eso, en un largo, fastidioso “supuestamente”.
Bueno, realmente el fin de semana se me convirtió en una latosa, y mal producida, película drive-movie. Comenzó el viernes, 3 horas Ginebra-Zürich en tren, llegar y abordar, por otras 3 horas más, un auto, para perdernos en algún punto del mapa helvético.
La razón de la película?
Pues tenemos un amigo que cumple 50 años y le dio por celebrar su cumpleaños, cenando, en un pueblito perdido entre las montañas suizas -Zernez-. El auto, me imagino, salió de la mente retorcida de algún discípulo de Torquemada, era lo más parecido a una muestra médica. Completamente mínimo, nada ergonómico.
Me tocó ir detrás del piloto, el cumpleañero, en posición fetal. Miento, posición ginecológica y, entre mis piernas, la butaca del conductor. Me descubrí estoico…, algo bueno debía sacar de tal suplicio.
Suplicio?
Pues, él cumpleañero se parece a…
...Piensen en un Santa Claus, él más obeso que ustedes se puedan imaginar, vístanlo de amarillo clarito, pónganle la voz de unos 80 radios simultáneos (en distintas emisoras e idiomas) y auméntenle unos 20 kilos más.
Así es él, en los bajos fondos, mi pareja y yo, le llamamos “El Colibrí”. Todos nuestros amigos tienen sus respectivos sobrenombres y él es "El Colibrí” no le queda otra. Además, todo tiene su por qué en la vida.
Y yo detrás de él, en un interminable viaje, incrustado en el asiento trasero de una cáscara de nuez como auto.
Celestial.
Creo que he pecado muchísimo últimamente y ésta es mi penitencia…, aunque creo que hubiera sido mejor un cilicio u otro tipo de tormento de la Divina Inquisición. La hubiera aceptado completamente y en silencio.
Bueno, la cena fue toda una GRAN cena. Ríos de un increíble vino italiano -Grumello del 99-, Grappa y buena charla en 4 o 5 idiomas.
"No todo puede ser un suplicio…", pensé, tonto yo, pero el día siguiente el spa y el masaje se quedaron en planes, pues pasamos…, todo el día recorriendo cuanto pueblito existía…, en carro y sin pararnos.
Para hacerles el cuento corto, desde las 5:30 PM hasta la 01:30 AM de hoy domingo estuvimos metiditos en carro o/y en tren hasta llegar, por fin, a nuestra casa de Ginebra, en donde, supuestamente, teníamos que estar a las 8:00 PM de ayer noche.
Lo hermoso de todo esto?
Pues el paisaje.


El paisaje estaba alucinante, como es de alucinante un día de otoño con buen tiempo. Allí estaban absolutamente todos, todos y cada uno de los matices que van desde el marrón más oscuro, a los verdes imposibles pasando a los amarillos de cuento. Todo esto, mientras estábamos escuchando piezas de música académica dirigida por Herbert von Barajan, pasando desde un Vivaldi hasta un Ravel. Para culminar, con toda la obra académica de George Gershwin, y sus “Preludes for Piano” interpretadas, un 8 de junio de 1928, por él mismo George Gershwin -uno de mis más bellos tesoros personales-.
Los "Preludes for Piano" de fueron producto de la francofilia de Gershwin. Esas breves piezas -Allegro, Andante, Allegro- siempre las he considerado como una sola obra. El movimiento central, de duración superior al total de los otros dos, es una melodía lenta, melancólica: un blue, nada más y nada menos, cumple la función de un Adagio!!! Los dos movimientos externos son breves exposiciones vivaces y rítmicas que enmarcan el Andante. En el Adagio hay sugerencias chopinianas y francesas -Debussy y hasta el mismo Satie, alternativamente-. Si bien es cierto, estas piezas han merecido numerosas transcripciones para orquesta, entre ellas, la de Schönberg, es para mí maravillosa. Pese a su brevedad, constituyen una de las obras más interesantes del que fue un gran virtuoso del piano y, siempre me he preguntado, el por qué Gershwin no se acercó más a menudo a la composición para el piano. Escucharlas, interpretadas por él, en un día de otoño, no se puede describir, tan sólo disfrutar.
En eso, mientras escuchaba a Gershwin y veía el paisaje, meditaba del cómo llegó a mi vida la música académica…, eso es tema para otro post.
Lo más increíble de todo, de este fin de semana, y que aún ahora estoy meditanto, fue la pregunta, a quema ropa, que me hizo Moia –una sueca amiga que hace una torta maravillosa y de un nombre totalmente impronunciable de su Suecia natal- en pleno desayuno del sábado: Por qué dejaste de pintar?
Y sobre todo, lo más inquietante fue, la mirada de mi pareja al otro lado de la mesa.