lunes, abril 20, 2020

Desde ayer tengo una merengada de sentimientos que me rompe el pecho.

Desde ayer tengo una merengada de sentimientos que me rompe el pecho. Es increíble cómo unas 24 horas pueden cambiarte el ánimo y más cuando no ha sucedido nada del otro mundo o que haga mover montañas.

Anoche, antes de acostarnos, nos llamó una amiga para desearle feliz cumpleaños a Elqueteconté, una bonita sorpresa, la verdad. Durante su llamada a Elqueteconté le llamó la atención un comentario mientras yo hablaba con ella y al terminar su llamada me preguntó: “A qué se debió lo que le dijiste: Debes escribir pues tú todo lo viviste en primera persona”

“Es que ella, entre otras cosas fue a la URSS en los primeros 70 y…”, pues eso tuvo consecuencia que tuve que volverla a llamar, con sus respectivos coitus interruptus, mientras a Elqueteconté se maravillara, cada vez más, de sus historias.

“Es que nosotros éramos unos socialistas –aquí colocó un adjetivo maravilloso, el cual no puedo mencionar pues ella debe escribirlo, se lo hice jurar, y por eso pongo otro- utópicos”

Al colgarle duramos más de una hora larga arreglando el mundo, cotejando información en varios idiomas. Saber, una vez más, que una cosa es el mundo de las ideas y otro, muy distinto, es el mundo real, puro y duro. Cosa que vemos, hasta el asco, en la actualidad, en el día a día. Ya nadie, o por lo menos no es noticia, habla de los refugiados ni el terror que está viviendo, por ejemplo, Grecia en sus fronteras ni de los migrantes parados por medio mundo y aquí estamos esperando el elevado etcétera de consecuencias que nos dejará el coronavirus. Mientras tanto todos estamos pensando en nuestra inmediatez, en el hoy y cómo pago mis deudas.

¿Duro? Sí, es lo que hay. Es lo cotidiano y él que está libre…

Hoy una señora se me presenta en el mostrador, en el aeropuerto, y me hace responsable por la cancelación de sus vuelos, de la perdida de la estadía en su hotel, del dineral que ha tenido que pagar y del asesinato de Cristo. El pequeño detalle, luego de una hora larga de gritos, de ella, es que compró sus boletos por internet, el hotel cerró, en la última semana de marzo, -ella nunca se enteró- y todos sus gastos se deben a que EasyJet, la dejó en tierra, y su otro vuelo, al llegar a Londres, era con otra línea regular a Tailandia. El pequeño detalle es que nosotros no trabajamos con EasyJet, tampoco con hoteles por internet y menos con Thai Airway. Sobre el asesinato de Cristo, de repente, tengo mis dudas.

Parte del encanto y lo demás, es lo demás.

Lamentablemente para mí soy no solo la memoria de mi familia sino también de amigos y conocidos, por ello a veces veo reinas, sin corona, y recuerdo tardes en Bello Monte, Caracas, y la máquina del recuerdo vuelven a dar una vuelta más. Intento olvidar pero cómo se puede olvidar, luego de millones de rosarios, la muerte de alguien por la inconciencia o/y negligencia de otro. Se puede perdonar. Le comenté a un amigo que el sol tiene manchas, es maravilloso, pero para el sol y no tengo, lamentablemente, el copón divino de la sabiduría.

Hoy, saliendo de casa, en la mañana, me encuentro con un niño, de unos 30 años, cubierto con una manta marrón, las dan en el ejército suizo, impidiéndome abrir la puerta pues estaba durmiendo. Un Homeless y esto es sólo el inicio.



Tengo una merengada de sentimientos que me rompe el pecho.