domingo, junio 16, 2019

Airam Patricia

Airam Patricia. Mamá lo tuvo claro desde que supo que estaba embarazada, su niña se iba llamar así, Airam Patricia. A mí me gustó, no todo el mundo tiene una hermana con ese nombre Airam Patricia y más cuando me enteré que Airam era María al revés. Sonoro y contundente.
 
 
La primera discusión, entre tu papá y mi mamá, fue que si nacía hombre, machito, se llamaría: “Roberto por ti, Luis por mi papá”, decía mi madre. “Roberto por mí, Antonio por mi papá”, decía tu papá, cosa completamente descartada, pues en todas las quínelas ibas a ser una rozagante y bella niña rubia con los ojos azules.
 
 
Pero no, naciste tú, un 13 de junio a ganándote el derecho del Antonio en tu nombre y, para evitar cismas familiares, te colocaron Roberto Luis Antonio y punto pelota.
 
 
El 13 de junio, de hace 48 años, fue día domingo, y día del padre. Veo a Roberto Vázquez López con esa rara mezcla de estupor, alegría, miedo, orgullo de todo macho ibérico que se aprecie, al estrenarse como padre. Esa maravilla de constelaciones, en cada ojo, tratando de brotar, mil emociones que no se entienden, saliendo al Hospital con su chaquetota amarilla, regalo de mi madre por lo del día del padre, supongo que esa fue tu cara, hace un par de años, al nacerte tus dos soles.
 
 
No nos adelantemos.
 
 
Cuando llegaste a casa, te vi y me pareciste feo, una vaina arrugada que ni siquiera abría los ojos perdido en esa inmensa cunota cual trasatlántico varado en plena sala. Todo era un jolgorio y yo no veía razón de tanto corre corre por la cuadra, para ver la cara de mi madre radiante, cuando no, y de tu padre con una de las sonrisas más bellas que alguna vez le vi.
 
 
Yo miraba el espectáculo a distancia, como quien ve una película desenfocada, como detrás de bastidores, hasta que mi abuela “La Filósofa” que te tenía en brazos me hizo sentar en aquellos muebles de paleta, y te puso en mis brazos. “Aquí tienes a tu hermano, tú eres el mayor y debes protegerlo con tu vida” y me jodió la vida.
 
 
Cambié mi primer pañal, te enseñé el “mamemimomu”, te di sopa, cuidé fiebres, me convertí en lazarillo de ti, de Manuel Arturo y de Juan Carlos, nos íbamos al cine sólo –tú y yo- tomados por los meñiques, cantábamos “Cuando yo te conocí amor…”, peleamos, nos negamos, te odié a muerte, te saqué de mi vida, volví a entrar en la tuya, logramos ese extraño hechizo de leernos la mente y esas cosas que sólo se dan entre hermanos.
 
 
Tienes el sobrenombre más genial de todos, él que te puso el tío Juan Calero al conocerte, “Rata Pelúa”, y para mí serás mi Beto y no el Robertico familiar. Coño ya eres padre y aún te llaman así, qué incongruente somos, no?
 
 
Son muchas cosas que pudiera escribir de ti, malas, peores y magníficas. Contigo supe lo que es amar a alguien con todo lo que ello significa, dejar que se dé sus ñazos para que aprenda de la vida, saber que por allí no es pero dejar la puerta abierta, la vida es una rueda que juega con nosotros.
 
 
Te amo como se ama el sabor “sabroso” de los golfeados con queso de mano frente al Anima de la Yaguara, allá, camino del El Campo de Carabobo, te amo por esas dos vainas bellas y gallegas que son tus hijos, te amo por estar, por ser, por perfumarme la vida y lo demás es lo demás.
 
 
Feliz cumpleaños Roberto Luis Antonio. Rata Pelúa, Mi Beto de siempre.