domingo, junio 16, 2019

Desde niño tuve, durante mucho tiempo, un sueño repetitivo. Estaba perdido en un bosque de piernas, mucho polvo amarillo, olor fuerte a nardos, alguien me levantó y creo escuché una voz que decía: "pídale la bendición".

Siempre temí por mi cordura -a decir la verdad, nunca la tuve pero eso es otra historia-, soñar con olores es el colmo y aguanté mis pesadillas como un "parte del encanto"

Un día, vainas de la vida, en un almuerzo familiar comenté lo de ese sueño loco a mi familia.

Hubo un silencio y una guerra de miradas, pues resulta que el fulano sueño era mi experiencia en el funeral de mi padre. Yo tenía 2 años y 2 meses, de allí el bosque de piernas, entre tanto polvo, y fui alzando para darle pedirle la bendición en el cementerio. Vainas tétricas de los primeros años 60.

Resulta ser que lo que yo pensaba era una pesadilla, es mi recuerdo más remoto y fechable. 12 de julio de 1965. En fin Freud, y toda su gente, ataca de nuevo cuando uno menos lo espera.

Nunca pude celebrar el día del padre y entendía a la  Andrea Del Boca, sin madre ni padre en un internado inmenso en aquel melodrama cursi llamado "Papá corazón" -Mi madre, salía a trabajar muy temprano y no la veía, de allí mi absurda idea que también era huérfano de madre, ya saben, yo y el drama-. Ven por qué tengo a mi Lupita doméstica encerrada, en el cuarto de los locos, a 5 metros de la mata de Guanábana.

Vuelvo y cierro.

La vida me regaló un montón de padres, todos ellos ejercieron todos los derechos, sobre mí, y nada de los deberes.

Sin embargo logré hacerme un tejido con lo mejor de todos ellos y por eso les estaré inmediatamente agradecido. Desde mi abuelo materno, mi ramillete de tíos políticos y aquellos padres de mis amigos a los cuales yo me acercaba buscando frondosas sombras, frases magistrales y cálidos consejos.

He sido afortunado y en nombre de todos mis padres les deseo un maravilloso día del padre a todos esos buenos padres que, vainas de la vida, son mis amigos y hasta mis hermanos.