In Memoriam a mi padrino y el padrino de todos mis hermanos.
El llegó y fue el primero en muchas cosas.
Fue el primero que intentó explicarme
quién era La Lupe y de esa cosa que tenía ella del ir por la vida tirando
zapatos mientras cantaba. Era verle y no comprender su absoluto delirio por
Celia Cruz, por ese ritmo trepidante llamado Salsa. Por su amor a su Caracas, ante
todas las cosas. Así lo recuerdo. Con sus sonrisas y su particular baile en 2/4 escuchando a un novedoso Oscar D'Leon, en su dimensión latina, a todo volumen.
No sé cuando llegó a nuestras vidas, sólo recuerdo un ramo inmenso de aves de paraíso y un disco de Chucho Avellanet, mil violines y miles de carcajadas bellas que inundó media cuadra.
No sé cuando llegó a nuestras vidas, sólo recuerdo un ramo inmenso de aves de paraíso y un disco de Chucho Avellanet, mil violines y miles de carcajadas bellas que inundó media cuadra.
Me regaló aquella primera fiesta,
en grande, de mi vida o por lo menos es la primera que recuerdo. Por algún sitio
está aquella foto, en blanco y negro, donde estábamos todos, con caras de
susto, y en el centro él, con mi madrina, y ella, con una inmensa columna de
laca tan grande como su sonrisa.
Le recuerdo con su yoka de fresa,
con su insufrible día de compras en los largos pasillos de CADA y su don de
gente junto con su rol de perdona vidas. Cómo olvidar, por ejemplo, su inmensa
coquetería mientras anudaba su corbata o cuando perfumaba hasta su sombra. Sus
momentos de cólera y su mirada de trueno.
Él era un raro dios que ponía y
quitaba medallas. A él venía la gente a preguntar cualquier tipo de preguntas. Él
meditaba, dictaba sentencias y las cabezas temblaban. La gente a su alrededor sufría
una inusual metamorfosis para convertirse en aquel perrito, que vi una vez en uno
de sus múltiples carros, que siempre decía un lelo “sí” como respuesta.
El amo y señor del club de la
CABEL, él y sus regalos decembrinos, él y sus normas y su extraño concepto de “No
hagas lo que yo hago, pues si tú lo haces es pecado”
Recuerdo viajes largos por largas
carreteras y “Amémonos” de Mirna Ríos saliendo rauda por las cornetas de su
Mercedes Bens. Noches largas de fiestas y más fiestas. Sergio Mendes con su
Viramundo, que me hacía saltar de la cama a bailar mientras se estrenaba un
nuevo año, mi primer encuentro con los Bee Gees gritando “How Can You Mend a Broken Heart. Descubrir Barry White y escuchar, hasta no poder más, el disco de "Ice Castle".
Por él me sentí diseñador gráfico
en aquellas portadas de la revista Procesa, por él Caracas se me hizo sueño
mientras veía la mirada de Amelia Roman, su prima.
Y pasaron los años. Su fama
creció y hasta se hizo internacional en el raro territorio de su vida. Al él le
debo mi primer viaje en avión a Maracaibo disfrazado de principito en azul.
Su influencia en mi vida, y en
muchas vidas, marcó tendencias. “El Catire York” de los raros chistes y chismes de las
esquinas de aquella casa de mis abuelos maternos. Todo es tan extraño como es
de extraño lo que escribo y dejo de escribir recordándolo.
Confieso que me negué verle, en
mi último viaje a mi agobio patrio. Yo ya esperaba su despedida y quería
recordarlo como lo recuerdo hoy pero, como es la vida, lo escuché antes de
montarme en el avión. Su voz ya era el recuerdo de un recuerdo. Un leve rumor de
aquel trueno que movía montañas.
Y se fue, se hizo eterno y dejo mil mundos por
arreglar. No soy quien para juzgar ni poner medidas por pagar. Nunca entendí
sus inmensos bemoles, como tampoco su enorme generosidad. Todo un dilema con
sus poliédrica personalidad de multitud de caras, todas distintas, todas
complejas y todas verdaderas. De su música, toda. De sus sonrisas, siempre.
Bendición padrino y ya sabes nos
debemos otras sonrisas, otras fiestas, otros horizontes, otros finales.
Hasta pronto Carlos, gracias por todo y nada, por nada y todo, fue un
placer conocerte. Siempre que te recuerde lo voy hacer con una de mis mejores sonrisas, como debe recordarse los verdaderos afectos.
1 Comments:
Es bueno ver movimiento en estos pagos así sea a causa de una muerte pero siempre celebrando la vida :) un abrazo, Diego
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