jueves, mayo 03, 2018

La música, cuando yo era niño...

Cuando era niño y diagonal a la casa de mi abuela materna vivía Antonio Melián, un canario que venía de una cosa llamaba España y que estaba casado con una señora de curioso nombre, Carmucha, que, a su vez, venía de otra cosa extraña llamada Carúpano. De tal rara combinación nacieron Paquita y Anita. Las supuestas novias de mi tío -6 meses menos que yo- y mía. Por cierto, con ellas jamás nos hemos tomado ni una cerveza. Creo que ya es hora, pero esa es otra historia.
 
De tan extraña casa, todos los fines de semana, salía una música también extraña. El señor Antonio tenía la costumbre en hacer de su casa un club exclusivo donde los vecinos, de tan larga cuadra, se vestía de gala para asistir a sus sabrosas carnes asadas, de sus increíbles papas verdes y sus interminables torneos de cartas donde se apostaban con granos de caraotas o curiosas lustrosas piedritas. Allí estaban los hermanos del dueño de la casa. El Señor Enrique, con su eterno vaso lleno de hielo, ron y su 7up; su esposa, la señora Tina, con su peinado impresionante de caracol. El tío Pablo, su esposa de bellas manos, la Tía Paula, y el vozarrón del Tío Juan con su eterno broceado, con su eterna invitación para que fuéramos a la playa a quedarnos en su casa del Rincón del Pirata.
Mi familia venía de un pasado en blanco y negro. Luego de la muerte de mi padre, en julio de 1965, la música y la tele estaban prohibidos según las absurdas reglas de la época. Así que la casa de los Melián González se convirtió en una puerta para la llegada de la sonrisa y el color a nuestras vidas. En esa casa, en alguna de esas fiestas, la escuché y me volví loco. Sólo recordaba un trocito de su estribillo y pasaba todo el día canta que te canta. Luego, era natural, la olvidé. La vida y sus cosas.
Un día de vulgar fastidio y como ejercicio de memoria me dio por buscar quién era aquella cantante y cuál era aquella mi primera canción que resume mi infancia y que sólo recordaba, a duras penas, el estribillo. Con la pluma de una gallina y la tinta de un calamar...” Aun mantengo la carcajada al descubrirla.  

La cantante, la bellísima Carmen Sevilla, la canción “Cariño Trianero” de la película “Camino del rocío” con un Francisco Raval y la música de Augusto Algueró, el mismito, eso lo supe años después, de la maravillosa Penélope -alguien, como más de 45, no ha escuchado la versión de Paul Mauriat?- y del Mediterráneo de Serrat que se suena, los primeros compases, a la "Onda Nueva" de Aldemaro aunque el mismo Serrat lo niegue.

Luego llegó, con pedida de boda y todo, el disco de Chucho Avellanet cuajadito de Mil Violines y mi abuela se desató con Radio Rumbos, mientras colaba el café, y Los Indios Tabajaras cantaban “Por qué eres así”.
También descubrí que el barbero italiano de la cuadra era un personaje muy importante, un grupo de melenudos le dedicaron una canción, no entendí lo del “anillú, anillú, anillú...” El idioma italiano y sus cosas. Tiempo después comprendí que ni era para Michelle, el barbero, ni que esa canción estaba en italiano. Además, The Beatles, jamás se enteraron que existía una urbanización llamada José Rafael Pocaterra, a las puertas del Centro penitenciario de Tocuyito, ni de sus las calles de tierra, ni de la vida de un chamito que vivía soñado despierto.
Por la tele, y por Renny Otolina, pude ver, con los ojos cual platos soperos, a Miriam Makeba cantar su celebérrimo “Pata Pata” vestida cual inmenso plato de larguísimos spaguetti y, según decía mi abuelo, desnuda. Por cierto, esa señora parecía que no estaba informada. No debía decir pata. Mi abuela siempre me corregía: “No se dice pata, se dice pie. Pata tiene sólo los animales”. Luego vendría mi abuelo con aquel chiste malísimo: “En castellano se escribe pie, se lee pie, suena pie y es un pie.  Pero el inglés se escribe pie, se pronuncia pai y es torta. Eso no lo entiende nadie.”
También llegó la música de Francis Lai, la voz indescriptible de Charles Aznavour y las r largas de los franceses, todos los italianos -escuchen el Senza fine de Gino Paoli y luego hablamos-, México, Perú, Cuba, Puerto Rico, Argentina, Brasil, España integra…
Afuera, el tiempo continuaba, “Y la vida era una tombola...”, según Marisol y Augusto Algueró atacaba de nuevo.