Y mientras el país se vuelve papilla.
Suiza en sus inmensos 41.000 km
cuadrados, posee varias capitales. Berna, la capital federal. Basilea, la
capital industrial. Zürich, la capital financiera. Lugano, la capital del
retiro y Ginebra, la capital más internacional, la cosmopolita.
Y justamente ese es el problema
de Ginebra que siendo, supuestamente, la capital más internacional y cosmopolita
es la menos ciudad.
Me explico. Ginebra cuenta con
todos los organismos internacionales que puedan imaginar, entre sus calles se
puede escuchar casi la totalidad de idiomas del mundo, incluso los dialectos,
todas las nacionalidades. Cualquier cantidad de personas, de todo el mundo, para
trabajar en dichas organizaciones -los cuales, ellos, los trabajadores, no
pagan impuestos, tema espinoso y que dejo de lado- llega, se instalan y no
saben por cuánto tiempo van a quedarse y ello les impide colocar raíces fuertes
con la ciudad. Pueden estar por una semana, un mes o toda la vida. Fabrican y
nacen como hongos guetos naturales -idioma, grupo étnico, grupo laboral- y muy difícilmente
se integran a otros grupos. De haber esa posibilidad, es una relación tangencial,
como cuando compartimos un trasporte público o vamos a un cine.
Y si a todo ello le agregamos a
los turistas, la cosa se complica un poquito más.
Por ello sostengo que Ginebra es
cualquier cosa menos una ciudad cosmopolita con personalidad propia. New York
es otra cosa, Paris, Londres, Ámsterdam. Aquí el sentido de pertenencia no existe o
por lo menos no se hace sentir.
“Pueblo pequeño, infierno grande”
le escuché una vez a mi abuelo materno. El señor de los zapatos de trapo.
Ginebra lo es una ciudad pequeña y, también, un particular infierno.
Por mi trabajo conozco y medio
conozco a mucha gente. Gente que va, ve, viene, pasa y se pierde como aquella canción
de Milton Nascimento y Fernando Brant que Maria Rita nos regaló con su divina voz "Encontros e Despedidas". Trabajar en un aeropuerto es afinar, si se quiere, la observación
y la intuición se atempera. Ves sin ver, escuchas sin oír y te enteras sin
querer.
Uno ve lo que no debe ver, uno
escucha lo que no se debe escuchar. Uno se entera, sin buscar, de cualquier
tipo de informaciones que, sembrados en oídos pródigos, pueden desatar más de
una guerra mundial. Y, lo más sano, es hacerse el pendejo, dejar que la vida
siga su normal trascurrir y evitar convertirnos en Mesías. Teniendo en cuenta
cómo terminó el Mesías, es mejor ni intentarlo.
No es un secreto la situación de
mi país, el agobio patrio abre sus tentáculos y su roce te llega así estés a
8000 kilómetros de distancia. El frío rumor de la seda se escucha y ver el
yelito del güisqui, de mayor edad, hace circulitos, en grandes vasos, con el
deito.
Uno conoce a uno, que conoce a
otro, que es escuchado por la otra, que se lo cuenta a aquel, que lo vio ella y
que al final se lo comenta a uno que trabaja en el aeropuerto que, por
casualidad, conoce a un venezolano, la rueda del chisme da otra vuelta. Lo curioso
es que, si buscarlo, y por diversas fuentes, escucho el mismo cuento, la misma
historia, el exacto rumor y si 8 personas, disimiles, te cuentan la misma película,
es posible que no sea un simple invento estival. Y, si de repente, ves, frente
a ti, al personaje en cuestión, que debería estar en Venezuela, atendiendo su
negocio, o sus negocios, con EL ratón y cara de no haber dormido por días, das crédito
a lo increíble o, por lo menos, te da qué pensar. ¡Qué vaina con la vida!
Bacanales en restaurantes
carísimos, idas a conciertos en Paris, toldos para fiestas patrias alquilados a
kilómetros de distancia. Cortos cursos de inglés, en Londres, en pleno verano.
Compras de casas en la exclusiva Niza por pobres funcionarios públicos, peleas olímpicas
por un florero de plata. Ir a teñirse la mata de pelo, en Roma, alojarse en un hotel
llamado Imperio -con el secretario de la secretaria y largo anexos-, “ponme en
la tarjeta unos 10.000 no me quiero quedar sin efectivo”, es como para reírse y
no llorar. Llegadas de aviones privados con funcionarios de pobres países tercermundistas
de rojo color y que van a humildes pensiones de miles de dólares por noche. “No
podemos ir a otro sitio. Madrí, Parí, Asterdan y luego volvemos, ésta vaina es
una ladilla”. Fiestas bañadas, literal, por litros de caldos escoceses, intoxicaciones
varias por pastillitas azules y muchas chicas cultas especialistas en idiomas
varios. Ida y vuelta a un poquito más allá de la frontera, usando el chofer
oficial, visita a la amante de turno, sobrina de una funcionaria de allá y que
está aquí haciendo un culsito de fransés. Honorarios diplomáticos que discutían
con polacos y sostenían que Karol Józef Wojtyła no era de por allá, es
italiano, es El Papa. Escuchar, por ejemplo, “Venezuela se caracteriza por carecer
de personal diplomáticos de carrera. Ellos tienen sólo funcionarios a la
carrera” y uno respirar profundo.
Es usar misiones diplomáticas cual
hoteles, moteles, es la palabra exacta. La noche es corta y “muy largo el
olvido”. El nepotismo patrio se hace vulgar entre el personal. “Se cogió esos
riales y la mataron por deudas de juego, pero se corrió que se suicidó”, “…no
me lo maten no, señor cazador…”, “yo llego, duro unos diítas y luego me voy a
La Haya, por allá es la cosa. Y luego cobro por allá y por aquí”. Todo en cash,
no se deja huella. Suplente, del suplente, de la secretaria, del vicepresidente
y que es esposo de la secretaria, del primer secretario del secretario y no
habla ni cuti, pero gana en dólares. Traslados, pagos en dólares, de personal
que regresa al país y que desde hace años tiene otro cargo por allá.
Repetir formas de la cuarta…,
cual es el peo, nadie lo recuerda. Volver a lo mismo pero distinto, firma ahí,
nadie lo va a leer. Guárdame esto allí, luego paso. Campeonatos de futbol por
la copa Míster Verruga. “Volver a Caracas…, ni de vaina. Toda mi familia está
en Alemania”, “Salve Regina Mater”…, qué bonito se escucha esa vaina “in situ”.
¿Y no tienen ni papel de baño? ¿No
hay medicinas? ¿Y cómo hacen? Bellísimos pasaportes diplomáticos en empleados
de PDVSA que van a China en primerísima primera clase por dos semanas. Salir
urgente a una reunión a la capital de Brasil, y llegar a Río, no es lo mismo? Lindísimas
chicas de las Mercedes del Llano, en el propio medio del Estado Guárico, que van a Viena a ver cómo suena un vals.
Todo por el país. Trabajamos, nos
sacrificamos, para que el país sea respetado. Es difícil no comer una arepa con
diablito. Aquí ni queso blanco hay. Las lechosas son de juguete. Ya mi hijo
está en Lisboa para jugar futbol, ya me llegaron los biyuyos, el ministerio me
dio luz verde. ¿Qué te traigo de nuyol?
Ginebra.
Suiza, en sus inmensos 41.000 km
cuadrados, posee varias capitales. Berna, la capital federal. Basilea, la
capital industrial. Zürich, la capital financiera. Lugano, la capital del
retiro y Ginebra, la capital más internacional y cosmopolita.
Y me pregunto: ¿Cómo será la
vaina allá por New York?
Lo que uno escucha, se entera,
ve, mira, observa, por Ginebra. Lo mejor es no decir nada. Tan sólo, y es
divertido, el tú sabes que yo lo sé. Es un riesgo que muchos corren. “Pueblo
chiquito, infierno grande”. Luis Alberto Peña Alvarado, te juro que te vuelves
a morir.
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