miércoles, enero 31, 2007

No podría ser de otra forma, Ella volvió a su vida cuando Él ya se estaba acostumbrando a su soledad.
Siempre fue así. Se iba y regresaba, caprichosa, indolente, con la cara de no haber roto un plato, como la noche después del ocaso…
Él siempre la esperaba, podría pasar días, semanas, meses y siempre la encontraba en los lugares más insospechados, Ella tenía el don de hacerle ver que era Ella quién lo esperaba, Él aceptaba ese extraño juego.

El amor tiene tantas caras, tantas situaciones.

Ésta vez Él se refugió en sus las clases en la Universidad, sus alumnos lo esperaban. Pasaba sus días entre sus nódulos de Ranvier, sus células mielínica de Schwan, su Oxitocina, su Aldosterona, sus aminoácidos, sus cápsulas de Bowman, en su “en una sucesión ilimitada de repeticiones de un fenómeno aleatorio, las frecuencias de cada uno de los acontecimientos posibles, observadas tras cada repetición, se estabilizan hacia ciertos valores límites, que son los que deseamos expresar mediante la probabilidad de cada acontecimiento”…, o sea, la vida misma, no?
Por primera vez, desde que se miró en los ojos a Daniela y darle completito su alma y corazón, Carlos decidió pensar sólo en Él, descubrió el fabuloso mundo del conocerse, del disfrutarse, saber y aceptar que estaba solo. Completamente solo, mucho más solo desde que decidió dejar el cálido hogar e irse a descubrir el mundo entre las aulas de una Universidad, a kilómetros de su ciudad de origen.

Aún recordaba, y a veces sentía, su cara de gafo cuando se bajó en el terminal de autobuses en el centro de la ciudad, lejos quedaba su casa. Atrás quedaba su niñez y estrenaba sus 20 años, llegar a aquella casona de pasado glorioso y que a duras penas soportaba ese Babel masculino, tanta testosterona y la ciudad llena de todo para todos.

Llegar a su primer día, sentirse absolutamente y completamente solo entre las aulas universitarias.
Recordar el primer día en que la vio saliendo de la biblioteca central. Saber, -Dios existe!!!- que Ella estudiaban en la misma carrera, en la misma aula, en el mismo grupo de histología. Eso fue antes que Daniela descubriera que ella era mejor en eso de la Economía, pero eso es otra historia.

Lo cierto que luego de tantos desencuentros se perdieron de vista, eso sin dejar de ser los mejores "amigos-amigos". Cuando Él quería que Ella fuera otra cosa en el libro de su vida.

Una vez hubo muchos intentos de un futuro con Ella.
Hubo conciertos de Mecano, Musicales Bíblicos, Noches de Cine y mucho café con leche.
Hubo besos, regados por whisky 18 años, por aquello de que “desinhibe” como decía Ella.
Hubo orgasmos largos de quejido profundo y uñas larguísimas que araban, que arañaban piel blanca.
Hubo noches hablando de planes inconclusos, de charlas y lágrimas. Daniela estaba clara -eso pensaba- quería a Carlos como un amigo…, el problemita era que Carlos no. Ella era mucho para Él.
Hubo intentos, muchos, pero Carlos jamás pudo encontrar el manual de instrucciones, ni fabricar uno. Daniela era un caso y Carlos lo sabía
Un buen día, como siempre, Ella se le perdió de vista, se esfumó y cuando Él ya se había hecho la idea de su perdida, allí estaba Ella y la noria volvía a su rutina. Carlos se convirtió en un especialista en arreglarle el corazón, en enseñarle a caminar y cuando las heridas apenas se cerraban…, Danielita volvía a perdérsele, eso sucedió una y otra vez.

Pero hoy era distinto. Luego de 5 meses allí estaba ella bajándose de su Malibú azul…

__Mira, allí está tu amiga.

Él ya había visto su carro hacia un tiempo, pensó que era una visión, pero no, era definitivamente su carro, respiró todo lo que sus pulmones podían aceptar, le sudo su mano izquierda y su lengua se quedó seca. Efectos “Daniela a la vista” que Carlos conocía perfectamente.

__Ya la vi.

Pudo, luego unos segundos, contestarle a ya no recuerda a quién.

Tomó sus cosas y se fue a sentarse, como copiloto, al lado de ella.
Su perfume intacto, su mirada de “quiero hablar contigo” de siempre, su sonrisa de muchachita malcriada de siempre, su charla de drogadicta -sin haberse drogado jamás en la vida- de siempre, su desparpajo de siempre y sus muchos muchísismos siempres

Fueron a su lugar preferido, ese dónde la ciudad se mostraba como en vitrina.

Allí Daniela volvió a recitar la historia conocida pero con protagonista distinto, es decir, más de lo mismo para Carlos. Carlos tuvo a punto de volver a sacar su maletín de Cuidados Intensivos para Daniela y en caso de emergencia rompa el vidrio, él de siempre…, Carlos el bombero apaga otros fuegos, el plomero arreglador de glándulas lagrimales, el albañil reparador de sentimientos rotos, el escuchador y que nunca juzga, el pañuelo siempre limpio y listo…, Carlos alias "muchas cosas", pero no, ésta vez no.

Eso sí, como un polvoriento mago, sacó un librito que, desde hacía 5 meses, esperaba en su bolso.

Daniela le miró directamente a los ojos, no estaba acostumbrada a otra escena de su particular obra de teatro. Carlos la miró tratando de encontrar algo distinto entre su cara desmaquillada y tanto rimel corrido.

Se hizo el silencio, el mundo se detuvo y Carlos, con su mejor voz, le leyó:


“Había una vez un árbol...
Y el árbol amaba a un niño...
Y todos los días el niño venía...



Y cogía sus hojas.
Y con ellas hacía coronas e imaginaba ser el rey del bosque...
Subía por su tronco...
Y se colgaba de sus ramas...
Y comía manzanas...
Y ambos jugaban al escondite...



Y cuando se cansaba se dormía a la sombra...
Y el muchacho amaba muchísimo al árbol...
Y el árbol era feliz...
Pero el tiempo pasaba...
Y el muchacho crecía...
Y el árbol, con frecuencia, estaba sólo...


Un día, el muchacho se acercó al árbol, y éste le dijo:
— Ven, muchacho, trepa por mi tronco y colúmpiate en mis ramas y come manzanas y juega a mi sombra y sé feliz...
— Soy demasiado grande para trepar y jugar —dijo el muchacho—.Necesito dinero. ¿Puedes darme un poco de dinero?
— Lo siento —dijo el árbol—, pero no tengo dinero. Sólo tengo unas hojas y manzanas. Coge las manzanas, muchacho, y véndelas en el mercado de la ciudad. Entonces tendrás dinero y serás feliz...
En seguida el muchacho subió al árbol, cogió sus manzanas y se las llevó.
Y el árbol fue feliz...


Y el muchacho se alejó.
Se fue muy lejos sin poder ver al árbol...
Y el árbol estaba triste...


Y un buen día, el muchacho volvió...
Y el árbol se estremeció de alegría y dijo:
— Ven, muchacho, y trepa por mi tronco y colúmpiate en mis ramas y... se feliz.— Estoy demasiado atareado —dijo el muchacho— para trepar por tu tronco. Necesito una casa para cobijarme. Necesito calor como el comer. Quiero una esposa, quiero tener hijos y por eso necesito una casa.
— Yo no tengo casa —dijo el árbol—. El bosque es mi casa. Pero tú puedes cortar mis ramas y construir una casa. Entonces serás feliz...


Y el muchacho cortó sus ramas...
Las llevó para construir una casa...
Y el árbol era feliz...
Y el muchacho se fue lejos y no pudo ver al árbol por mucho tiempo...


Y cuando el muchacho regresó..., el árbol no podía ni hablar, embargado por la emoción.
— Ven, muchacho —balbuceó—, ven a jugar.
—Soy demasiado viejo y asediado por la tristeza para jugar —dijo el muchacho—. Necesito un barco que me lleve muy lejos de aquí. ¿Me puedes dar un barco?
— Corta mi bronco y fabrica un barco —dijo el árbol—. Luego podrás navegar hasta playas lejanas... y serás feliz...


Y el árbol se sintió feliz..., pero no realmente...

N 8



Y después de mucho tiempo..., el muchacho regresó de nuevo.
— Lo siento, muchacho —dijo el árbol— pero no me queda nada... Mis manzanas desaparecieron.
— Mis dientes son demasiado débiles para comer manzanas —dijo el muchacho—.— Mis ramas... han desaparecido —dijo el árbol—. Ya no puedes columpiarte en ellas.
— Soy demasiado viejo para columpiarme en ellas—dijo el muchacho—.
—Mi tronco ha desaparecido —dijo el árbol—. Ya no puedes trepar.
— Estoy demasiado cansado para trepar —dijo el muchacho—.
— Lo siento—sollozó el árbol—. Quisiera darte algo... Pero ya no me queda nada. Sólo un tocón. Lo siento...
— Yo no necesito mucho ahora. -Contestó él- solo un lugar tranquilo para reposar... Estoy muy cansado...
— Bueno, siéntate. Un viejo tocón es bueno para sentarse y descansar. Ven mi niño, siéntate. Siéntate y descansa.

N 9


Y él se sentó..., y el árbol fue feliz”

El mundo volvió a moverse…, Daniela no pudo hablar y se quedó mirando algún punto al horizonte, mientras otras pesadas lágrimas, de esas completamente dolorosas, de esas de un dolor viejo e infinito, de esas que hacen caer muros y dejan ver claro. Lágrimas que caían haciendo nuevos surcos entre su maquillaje. Luego, de un momento largo, se miraron quizás por primera vez en sus vidas. Y, sin decirse palabra alguna, Carlos abrió lentamente la puerta del Malibú, dejándola sola, y se fue de su vida...
Y se perdió entre el tráfico de un jueves por la tarde, encontrándose, por fin, con Él mismo. Estrenando, eso sí, una nueva arruga en el corazón, respirando, de un sólo golpe, todo el aire de la ciudad y la vida, la vida continúa.

arbol_generoso




Todo lo mejor para Ustedes.


Notas: Sobre el libro? El Árbol Generoso escrito por Shel Silverstein.
Sobre la historia de Daniela y Carlos? Variaciones sobre el mismo tema, amigos. Simplemente, variaciones sobre el mismo tema.




20 Comments:

Blogger Waiting for Godot said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

miércoles, enero 31, 2007 11:56:00 a. m.  
Blogger YaDi said...

Wao...es bárbaro, aplaudo el riezgo de la arruga cardíaca por el descanso de la dignidad como hombre.
Los sentimientos se respetan y punto!!!
Beshosssssssss "apeloterciado" (chiste interno jejeje)

miércoles, enero 31, 2007 2:16:00 p. m.  
Blogger Nostalgia said...

Alguna vez todos hemos sido ese muchacho. Y alguna vez tambien nos ha tocado ser el árbol. Yo me quedo con lo segundo.
Salud por Daniela, Carlos y el hechicero ♥

miércoles, enero 31, 2007 5:16:00 p. m.  
Blogger Carlos said...

Me suena conocida esa historia! muy conocida....

Hast algún nombre me es familiar.

Un gran saludo, ahora desde la bella Praga.

Carlos

miércoles, enero 31, 2007 8:10:00 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Es por relatos como este por lo que merece la pena pasarse por aquí. Es una lástima que no nos regales cosas más a menudo. Pobre Carlos ....

miércoles, enero 31, 2007 10:32:00 p. m.  
Blogger Wari said...

Bellisimo
Directo al corazón...
y a las glándulas lacrimales...
Besos...

miércoles, enero 31, 2007 10:49:00 p. m.  
Blogger Unknown said...

Nunca deja de maravillarme tu forma de decir. Conocia el cuento hace tiempo, me causa sentires contradictorios...

El matecito siempre está disponible para los amigos, así que por aquí se lo espera para compartir un rato :)
Un abrazo grande! Y gracias, ud sabe por que. :)

jueves, febrero 01, 2007 2:35:00 a. m.  
Blogger tumejoramig@ said...

Mi querido Sr. Silmariat... que abundancia de detalles que hasta los destellos de la mirada de Daniela se reflejan en su historia. Que lujo de sensaciones las que aprendió a vivir Carlos. Que suerte de aprender a encontrarse consigo mismo, cosa que yo todavía intento (me estoy encontrando pero es todo tan raro, que me hecha p´atrás y vuelta a empezar...).
Quienes vivimos esa época tuvimos nuestro momento Daniela y Carlos. Incluso varios momentos. Sino en primera persona, si viéndolos de lejos.
Venir a su casa es perderme en la memoria, en los recuerdos, y rescatar momentos que pensaba perdidos para siempre, para volver a sentirlos, y dejarlos allí, donde estaban, que es donde mejor están...

Millones de besos y achuchones.

jueves, febrero 01, 2007 7:51:00 p. m.  
Blogger Regina Falange said...

Tengo una cosquillita, aquì entre retina y pupila y un aleteo en el pecho que me desangra...Porque he sido el árbol y he sido Carlos, que son uno solo, y mi determinación más reciente sonríe con esta historia que me ha llegado hasta lo más profundo de mis vacíos ((¿paradójico?))

Las palabras se pierden, pero alcanzan las suficientes para dejar sentado por aquí un gracias sonoro, de esos que cobijan, que agradecen, que salvan...

PRECIOSO y PRECISO...

Que de lo bueno siempre tengas la mejor parte, hechicero árbol...

viernes, febrero 02, 2007 2:11:00 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Miguel Rios y el Blues de... te beso.

viernes, febrero 02, 2007 3:21:00 a. m.  
Blogger Judit Vega Avelaira said...

Sí, sin duda, variaciones sobre un tema que se me hace conocido, sin haber llegado a la intimidad de tus protagonistas. Hace ya un rato que al último Danielo le abrí la puerta del coche y me le escapé como diciendo basta, crece. Joaquín Sabrina hizo lo mismo con su querida Princesa (aquélla de "búscate otro perro que te ladre princesa".)
Una historia de siempre contada como nunca y aderezada con el precioso cuento del árbol y los dibujos. Muy bonita Diego, eres un maestro.

viernes, febrero 02, 2007 2:36:00 p. m.  
Blogger Mauricio Duque Arrubla said...

Como siempre, mágnífico

Todo lo mejor para ti

sábado, febrero 03, 2007 12:32:00 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Me haces llorar, niño hechicero..eres "malo".
Me haces reflexionar, niño hechicero..eres sabio.

mil besos te mando

sábado, febrero 03, 2007 12:42:00 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

no conozco a Daniela, pero me he cruzado con personas parecidas.
bien por Carlos que decidio salir de esa relacion masoquista, y asi pudo liberarse y encontrarse.. ojala y pudieramos hacerlo mas a menudo.
y a Daniela.. que aprenda con la perdida, y valore el proximo Carlos.
saludos!

sábado, febrero 03, 2007 7:40:00 p. m.  
Blogger J-oda said...

Sentí la brisa y todo ... Saludos venezolanos

lunes, febrero 05, 2007 5:28:00 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

alguien ha visto en la contratapa de ese libro la foto del autor. Es una mezcla de Master sado Masoquista con Shazan el de las comiquitas. La foto - en balnco y negro- la mantienen incluso en ediciones recientes. saludos a Diego.

Guarandol

miércoles, febrero 07, 2007 10:16:00 p. m.  
Blogger El Coleccionista: said...

muchos sentimientos encontrados al leerte, pero hay que estar en los zapatos de carlos.

eso si que es amor.

lo del arbol me remeció también, tengo un rollo con los arboles que no se por qué los quiero tanto.

sábado, febrero 10, 2007 8:46:00 p. m.  
Blogger Câline said...

Ay Silmariat:
Qué decir? Qué duro es ser árbol y ser ese niño. Y qué duro es decidir que no somos ninguno de los dos.
Mientras leía recibí este mensaje:
-Hola amiga ¿cómo estás?
A lo que respondí:
-Muy bien Ale, y tú?
-Bien, aunque estoy súper aburrida aquí, me puedo quedar allá un par de días?
Por primera vez le he dicho la verdad:
-No Ale. Tengo muchísimo trabajo y no podré atenderte... ¿Por qué no lees o pintas?
Por primera vez le he dicho que resuelva su vida sola, que se entretenga con ella misma.
Me ha dolido darle la espalda a una amiga tan querida, pero ya me cansé de parecer la reina del circo para entrenerla y que luego desaparezca hasta que me vuelva a necesitar.

Creo que me demoré mucho en leer este cuento, pero lo leí en el momento correcto.
Un abrazo.

domingo, febrero 11, 2007 4:43:00 p. m.  
Blogger Julen Iturbe-Ormaetxe said...

Muy bonita la historia. He llegado a ella desde Valor y precio y ha merecido la pena. Hermosa para hacer pensar en lo que damos y recibimos.
Un saludo,
Julen

domingo, febrero 18, 2007 6:51:00 a. m.  
Blogger Ginger said...

Esta historia gusta especialmente, porque todos podemos reconocernos o reconocer a alguien en ella.
Y en muchos sentidos, todos somos Carlos, somos el árbol, hasta que decidimos conocernos.

miércoles, marzo 28, 2007 5:10:00 p. m.  

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