Ella entró y lo miró ligeramente, con desdén, como por compromiso, con aquella mirada intimidante luego de cerrar la puerta con su espalda, quedándose allí unos instantes, estática, frágil, jadeante, hermosa...
Allí estaba, con sus plumas gastadas sobre la cabeza, su pesado maquillaje y esa absurda copia de mujer adinerada con sus joyas de vidrio pintado. Todo esto en pleno años treinta en un Berlín que deja caer su hermoso y antiguo esplendor pedazo a pedazo.
Lo miró, primero subiendo lentamente sus pupilar, luego de pestañar, para levantar su mentón ladeándolo para así matizar su rostro y sonreír. Todo manteniendo un cigarrillo en su mano derecha y sus brazos cruzados.
Él la miraba, guardo silencio y la siguió mirando directamente a los ojos de bambi asustado, entre otras cosas le llamo la atención ese mechón, rebelde, jugando constantemente a ser equilibrista justo en la mitad de su frente.
Le maravillaba su piel, esa piel de alabastro con textura a medio camino entre melocotón y el terciopelo. Aprendió a conocer su piel centímetro a centímetro y en sus diferentes contornos, pliegues y matices.
Ella sonrió bajando la mirada, separándose pesadamente de la puerta, camino en busca del cenicero más cercano, estrellando lo poco que quedaba de su cigarrillo.
Él la miraba, guardando silencio.
Comenzó a desnudarse, volaron zapatos, se sentó pesadamente, con las piernas abiertas en algo que parecía ser una silla, bostezó para luego encender su enésimo del día.
Él callaba.
Sobre la mesa un arsenal de colores en polvo, lápices, motas, perfumes baratos, un ramillete de flores secas, un corcho de una cena olvidada, un liguero inservible, un cenicero colmado de colillas, algodones y papel toilette. Todo en perfecto desorden.
Ella volvió a dibujar, matizar, definir, retocar, jugó un poco con su rostro y con el humo gris del cigarrillo, mientras que Él sólo tenía ojos para ese par de pezones al aire que desafiaban, se perdió en el rosado y en los lunares, suspiró aspirando el dulzón aroma de aquellos pliegues renunciando a la Gloria sólo por besarlos.
Se contuvo.
Ella tomó un labial rojo, casi sangre, lo tomó llevándoselo a sus labios, golosa e hiriendo su carne con placer, con cara de éxtasis. Un lápiz labial que por un instante tuvo reñida competencia con el cigarrillo.
Allí estaba, con sus ojos inmensos, dramáticos, negros y mirada de Paolo Negri; allí estaba, con sus labios menudos, seductores, rojos y mezquinos; allí estaba, lo único real en su mundo de luces, candilejas, plumas polvorientas, fluidos alcohólicos y su lentejuela que como un lunar pecaminoso colgaba de su mejilla derecha.
Tenía cinco minutos, o sea, toda la eternidad y un poco más para vestirse: “Oh dilema!!!”
Él ya conocía la rutina y por ello sabía que como toda mujer volvería a ponerse el primer vestido, luego de ponerse todos los demás, dejándolos ordenadamente desparramados por la vieja alfombra y la habitación, zapatos incluidos.
Y así fue
Tocaron a la puerta
__Sí..., ya estoy lista.- Contestó.
Nadie respondió.
Se disponía a salir, se acercó a Él, bella, radiante, realmente bella en sus millones de estrellas en cada una de sus melancólicas pupilas, en el ligero temblor de sus labios al regalarle una sonrisa, tal vez para darse ánimos, aquellos que se quedaron, que se fueron en los vagones de la Estación Central en plena tarde fría de septiembre.
Y se fue.
Se fue llevándose los pedacitos de color de su alrededor, dejándole casi a oscuras, dejándole ese raro sabor de su imagen en su mente, iluminando un poco la habitación con su aureola, se fue dejando su aroma de violetas tiernas, un trago de ginebra a medio llenar y la habitación a oscuras.
Él, Él no se quejó, siguió viendo su mundo al revés y ser parte de “Alicia en el país de las maravillas”. Para qué quejarse. Él sabía muy bien que regresaría, cansada, sudorosa, para volver a ser parte de Él quitándose sus largas pestañas curvilíneas y el maquillaje.
Afuera se escuchaba el bullicio de siempre, rumor y el pesado humo acompañado al vino, allí estaba ella escondida entre bastidores, nerviosa, buscando a alguien con un cigarrillo y esperando los primeros acordes de aquellas gordas de viejas vestiduras cubiertas de luces.
Luego los aplausos y de pronto su voz, jugando a la felicidad, a la esperanza, a los sueños, siendo víctima de miradas, fantasías y deseos, Ella viviendo su momento, siendo marioneta de la vida...
Ella con su vestido morado y sus uñas azules, Ella diciendo verdades entre las variaciones de siete noches, con sus tonos y arpegios.
Él la esperaría en el camerino entre su borde de estrellas, Ella llegará para quitarse el maquillaje, el vestuario, Él la mirará reflejándole su cuerpo y su rostro, fingiéndose ausente como siempre, como siempre tiene que ser el papel de un espejo en un camerino de cualquier teatro, de cualquier cuidad.
“Start by admitting from cradle to tomb
There isn’t that long a stay
Life is a Cabaret, old chum
It’s only a Cabaret old chum
And I love a Cabaret”
Se escuchaba la voz desgranada por las mesas con toda el alma de Sally.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Caracas 07 de diciembre 1991
4 Comments:
Hay que leerte con detenimiento, pues, lo que en un inicio tomé como adornos y volutas, son eslabones que sostienen la trama completa. Mi estilo es más sencillo, directo, menos edulcorado y retro; pero tu estilo rezuma calidad. Congratulaciones.
Es algo que escribí en Diciembre del 91..., hace 14 años!!!
Últimamente he estado abriendo baúles y encontrando cosas que juraría haber perdido hace unos cuantos siglos.
Es bueno, de vez en cuando, abrir las ventanas, las puertas, descubrir…
Y de estilos narrativos, depende. Einstein no se equivoca y mi amigo Maquiavelo tampoco.
Todo lo mejor para ti.
...fascinante, da taquicardia leerte, se abre un abanico de sensaciones....que mujer no ha querido ser aclamada públicamente y adorada "tras bambalinas"???
ebe y Protheus, tengo el grato privilegio de encontrarlos. Me siento globo aerostático!!!
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