viernes, abril 24, 2015

18922 días, 643 lunas llenas…







La vida es una cosa extraña. Al igual que te da, te quita. Un largo mar repletos de olas que vienen, olas que se van. Y ella, la vida, cual pintoresca bibliotecaria, va colocando los libros de vidas, escritos por nosotros, en su inmensa estantería. Sí…, ya sé, no soy en lo absoluto original.


Sobre el vivir, el existir, siempre he tenido una particular forma de pensar. Nada es sin que pase por algunos de nuestros sentidos y así verificar su existencia.


Un ejemplo sencillo. A mi lado izquierdo, a unos dos metros de la mesa desde donde escribo, está una ventana abierta y en borde de ella toman el sol dos plantas. Una es una albahaca. La miro y observo sus matices de verdes y en éste momento entra, por la ventana, una sutil briza y con ella el ruido de Ginebra.


Nada de esto existe para ninguno de ustedes, pero es tan vivo para mí que ya es parte de mi vida.

Por ello cada instante es único, irrepetible, rico, un espectáculo maravilloso…, esa es la razón por la cual decidí, desde hace años, vivir, disfrutar, aprender, comprender, entender esta vida que me tocó vivir. 
 
Nunca he pretendido ser feliz…, cosa que, por demás, me parece fastidiosisisisisísima. Prefiero tener una vida plena en experiencias -buenas, males, menos buenas, menos malas, regulares, pésimas, dolorosas, plenas- para llegar, en la manera posible, ser sabio de mi vida. No pretendo marcar normas ni pautas, en la vida de los demás. Sé, en carne propia, lo dañinas que pueden ser. Tan sólo intento sugerir y la decisión es de cada uno. Cada quién tiene su manual y su forma de hacer la torta o poner la torta. Es parte del aprendizaje. 


El día que yo me muera, se irá conmigo mi mundo. Mis recuerdos, mis sentimientos, mis vivencias, mi forma de bailar, mi forma de hablar. El mundo seguirá, no va a ser el mismo, no va a existir, pues yo ya no estoy en él. No es un ataque inmenso de soberbia de mi parte…, pero de qué vale que el mundo siga, que la fiesta se mantenga, sin que uno no la disfrute?


Mi mundo comenzó un 24 de abril de 1963. He disfrutado sus 18922 días, sus 643 lunas, miles de sonrisas, miles de lágrimas y, sobre todo, estás tú. Estás en mí y te agradezco las líneas que has escrito en el libro de mi vida. Gracias por el honor de dejarme escribir alguna letra en el libro de la tuya. Espero, deseo, leer tus frases, oraciones, párrafos, capítulos. De algo estoy seguro, la vida decidirá el cómo, cuándo, dónde, por qué…, ella es así y nunca se equivoca.


Lo cierto es que he sido, soy y seré afortunado en tenerte.


Gracias por estar, por ser, por existir.

Todo lo mejor, siempre, para ti y todos tus afectos.



PS: Cuando Diego Ramón y María de Las Nieves se estrenaban como padres, en Valencia Venezuela…, aquel miércoles 24 de abril de 1963, en un lugar perdido de los Estados Unidos, una chamita cantaba en el Show de Perry Como. Qué cosa, no?