viernes, abril 24, 2009

Sobre las canciones….

Yo y..., mis maravillosas ideas!!!

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Ryogen-in

Hace casi un mes se me ocurrió la genial idea, luego de leer la revista de El País un reportaje sobre las 100 canciones que han influenciado la vida de cien cantantes hispanoamericanos, escribirles a mis amigos un email en donde les demandaba, yo y mis cosas, una lista de las cinco canciones que, de una u otra forma, han influenciado o/y marcado sus vidas.

Presuntuoso yo con semejante email y sin saberlo la cosa se me convirtió en un Boomerang que se me ha incrustado en el cogote. Mis amigos, se han comportado a la altura de las circunstancias y me han enviado sus respectivas crónicas -entre otros, La chica de Miami, la de nombre de joya, se me explayó, para mi absoluto placer, con un brevísimo, y contundente, email de 3 páginas- de los últimos ochenta años. Canciones que van desde una Libertad Lamarque cantando con Carlos Gardel a lo último de la Beyoncé.

Claro, y con toda razón, mis amigos me demandan mis cinco canciones. Y quién me manda ponerme a pedir esas vainas. Un autogol desde la media cancha.
Hoy, ya era hora, decidí desempolvar mis dedos y ponerme en la tarea de ponerme al día con este rincón. También la excusa es válida como para hacerlo. Pero vamos por parte.
Nací en Valencia, pero mis primeros 13 años los viví en casa de mis abuelos maternos, en un pueblecito con ínfulas de Urbanización y de nombre rimbombante: José Rafael Pocaterra… Tierra era lo que abundaba y “poca terra” era un mal chiste, sus calles eran de tierra, de la roja, y en la temporada de lluvia todo se convertía en una parodia de Macondo. En 1971 llegó una baba negra, caliente y maloliente cubriendo sus calles. Después de enfriarse, y perder su pestilente olor, las calles se adornaron de brillantes líneas blancas y se hizo realidad el progreso. Cosa que no duró mucho, la maravillosa planificación del MOP -Ministerio de Obras Públicas de entonces- recordó, cómo quién no quiere la cosa, que las cloacas no estaban colocadas -me siguen?-, y un buen día abrieron las tripas de las calles. Al terminar con las cloacas…, y llenar las calles de cicatrices, la CANTV le dio por colocar las redes telefónicas y, adivinen, volvieron abrir las ya cicatrizadas calles de mi pueblo. De ello han pasado unos cuantos diluvios de hojas amarillas y las cosas nunca cambian. Macondo..., pue!
Mi infancia fue bucólica, de lo más sesentona y setentona. Idas al colegio en la mañana, el ma-me-mi-mo-mu respectivo. Despertándome, todos los días, con Radio Rumbos. Llenando mis tardes con batallas eternas, entre las matas del patio, enorme, de mis abuelos -indios y vaqueros-, soportar el espantoso olor de la guanábana por todos los lugares y esperando, salivando al límite, los primeros mangos. Asistir a las fiestas, de todos los sábados, en la casa de los Meleán -todo unos personajes en la cuadra-, las piñatas, bautizos, cumpleaños, matrimonios y mi primer muerto en cuerpo presente, Toñito, un bebe de quince años que se fue víctima de una diabetes…, aún recuerdo la cara de la Señora Ricarda -la madre- desolada, con los ojos perdidos en sus pensamientos. A Nilda, llegar del liceo, y enterarse de la muerte de su hermano. Al señor Antonio, el padre, completamente triste y murmurando la pregunta sin respuesta: Por qué?.
En ese momento entendí cómo la cuadra era una familia, una familia extraña…, como todas las familias. En ese momento el silencio se hizo presente, casi palpable, pesado y duro. La radio se quedó muda y la televisión también. Cuando llegó la normalidad a la cuadra, después del luto respectivo, volvió a ser el reino de la radio. Cada casa tenía su radio encendido, todo el día. En la noche era el imperio de la televisión…, pero esa es otra historia.
En fin, regresemos.
La radio estaba también en la Barbería de Michelle, un italiano que trasquiló a media urbanización, también estaba en la bodega de la Señora Fátima, una portuguesa con cara de porcelana, y era atendida por turnos con su hermano Faustino. La música tomaba cuerpo, y qué cuerpo, en el bar que estaba a un lado de la Bomba El Retoño -o se llamaba Bella Vista?-, bar completamente prohibido a cualquier dama decente. El bar era el característico botiquín a orillas de la carretera, carretera que se perdía por los llanos centrales, por la parte occidental del país. Carretera que llegaba más allá de los andes –cosa que supe después-.
Desde niño he recordado cualquier cantidad de canciones, piezas musicales, sonidos. Mucho antes de aquel: “Al árbol debemos…” aprendido en la escuela, mi cerebro se ha llenado de música e imágenes que complementan esos sonidos. En definitiva ese mocoso de rodillas vueltas garabato entendería lo que debía entenderse escuchando aquellas canciones
Durante años me persiguió una frase de una canción que escuché en la casa de Don Antonio Meleán, en una de sus fiestotas, en dónde él quién es quién de la cuadra se hacía patente. Como sé que la vida se encarga de darte, en su momento adecuado, lo que necesitas…, pues hace unos tres años descubrí de quién era esa canción y QUIÉN la cantaba.
Pues, era nada más y nada menos que Carmen Sevilla, la canción: Cariño Trianero. Aún la carcajada me inunda al escribir esto. “Con la pluma de una gallina y la tinta de una calamar tú me escribes por las esquinas que estás sufriendo cada vez más…”, pero, y no es por justificarme, era un niño. Era el reino de Juan Legido y Los Churumbeles de España, Lola Flores y…, Carmen Sevilla.


Me es imposible no pensar en la música y los cantantes, la música y los personajes. Me es imposible no recordar a Nilda martirizar a Elio Roca -ella se volvía como loca gritando lo de “Cómo deseo ser tu amor” día y noche-, a los Ángeles Negros, y marchitarle, a punta de desafinación constante, a Leonardo Fabio, su “Yo corté una flor…”. Era soñar mundos posibles en las voces de Blanca Rosa Gil, Carmen Delia Depini, Nelson Ned- Y a Sandro…, cómo olvidarlo y ver cómo las chicas de la cuadra se volvían frenéticas con sus caderas. Cómo no evocar las lágrimas de mi abuela “La Filósofa” por la muerte prematura de Cherry Navarro.

A Bertha, mientras planchaba, escuchar su dosis de cantantes mexicanos en oferta. Los Panchos, Pedro Vargas, Jorge Negrete, Don Pedro Infante y ponerse a bailar, entre las camisas, a punta de Pérez Prado y las orquestas latinas llenas de merengue, vallenatos, algún danzón dulzón, merecumbé, cumbia, la gaita -nada es perfecto-, un tango perdido, chachachá y salsa, mucha salsa. El arsenal nacional de la guaracha estaba también presente cuando Radio América dejaba salir “Me lo coló Billo’s” con las voces de Cheo García y Memo Morales, Los Melódicos con su irrepetible Manolo Monterrey o Víctor Piñero, Verónica Rey. Escuchar a la reina Celia Cruz, a la picante Emilita Dago, la Cuba de "La Sonora" y sus increíbles cantantes…
Los boleros. Chucho Avellanet fue quién me trajo las canciones de María Grever y un brillito extraño en la mirada de la hermana menor de mi madre. Luego, descubrí, en la casa de Helena Mendoza, el diluvio lagrimal con Lucho Gatica con los recuerdos de mi abuelo y sus primos que veían de Caracas con su arsenal de discos
-->. Era el imperio absoluto de las canciones de Agustín Lara, de Barbarito Diez, de Rolando Laserie, de la voz profundísima de Toña La Negra, de Nelson Pinedo, de Estela Raval -con los Cinco Latinos-, de la Mona Bell, de Beny Moré y del escándalo alusinante -sí..., con S de sensacional y sublime- de La Lupe. Al mismo tiempo conocí a los cantantes italianos, cantando en castellano, con sus Nicola Di Bari, Mina, Pepino di Capri, Gabriela Ferri. El francés raspante de Aznavour, la melancolía hiriente de Piaf o la crudeza de Brel y mi madre suspirando. Y “Jala, Jala” de Ricky Ray aún me hace bailar. Éramos completamente y totalmente eclécticos.
Los hippis. La era de la NASA, y todos sus Apolos, abrió, por lo menos en aquel pueblo, un hambre de lo gringo. La hija de la Señora Virginia le dio por cantar en inglés y pasó de un Leo Dan, de un Piero, de un Marco Antonio Muñiz, de un Luisito Rey, de un César Acosta a un “anilluuu, anilluuuu, anilluuuuuuUUuu…” constante. Los Beatles llegaron al pueblo.
En las fiestas de Don Meleán se escuchaba un: “I like to be in America! O.K. by me in America! Ev'rything free in America.” Junto con un “Qué vaina es esa?” de los adoradores de Leo Marini, Daniel Santos y sus respectivos etcéteras. Cómo olvidar a Julio Iglesias, Juan Pardo, José José, La Formula Quinta, Los Terricolas, Las M nacionales -Mirla, Mirtha, Mirna, Mayra-, Los Cuñaos, Lila Morillo -infaltable en una lista así-, José Luis Rodríguez -antes y después de ser El Puma-, Ivo, Edgar Alexander, Trino Mora, Raquelita Castaños, Tania, Delia, Nancy Ramos, Los Tres Tristes Tigres, Azúcar, Cacao y Leche, Los Camilo Sesto, Nino Bravo, Cecilia, Peret. El Indio Araucano, Palito Ortega, Lola Beltrán, Rocío Durcal y Enrique Guzmán…
Mi curso ranchero y arrabalero, de esos que te abren las venas lo cursé camino al colegio Don Bosco de mi Valencia natal. Cómo no perderse con Noel Petro, Las Hermanitas Calles, los coraleros de Majagual Claudia de Colombia, Julio Jaramillo y el bolero ranchero de Javier Solís.
Comenzó mi adolescencia, para terminar en aquellos los brazos, en la calle El Bosque, mirando amaneceres y escuchando, con cara de estúpido total, a Barry Manilow desgranar “Even now”, pues ya sabes “Could it be magic”. Y en todo eso, entre sábanas “Close to you” respondía Karen Carpenter y yo le creía. Vainas de la juventud mientras afuera el Disco Music hacía de las suyas.
Ya Willy Colón y Rubén Blades eran cotidianos, la Nueva Trova me llegó de la mano de Soledad Bravo, luego un “Acuérdate de abril” de Amaury, mucho Pablo, mucho Silvio y el “Te perdono” de Noel Nicola. La Universidad de Carabobo toma forma en la voz y la contundencia de Serrat…, bueno “Cariño Trianero”, la canci­ón de la Carmen Sevilla, la escribió Augusto Algueró, esposo de la Sevilla en aquel entonces, pero también es el autor de la mítica "Penélope" de Serrat. A final mi traspié con la Sevilla me llevó a las notas de Serrat…, ya no terminaré en el infierno. Espero.
Entre los pasillos de la universidad me topé, de frente y sin anestesia, con “Así eres tú” de Aldemaro y la vida es bonita. Mortifiqué a Sonia hasta lograr que me escribiera la letra, no supe que en ese momento descubría un mundo, el de Aldemaro, que hasta hoy me abre horizontes maravillosos.
Caracas, la Ucabista, me sumergió en las aguas profundas de Mecano, de la Salsa Caliente y 440 tomó cuerpo en mi cintura!!! La revolución de los cantantes Venezolanos de los primeros ochenta: Jordano, Franco, Luz Marina, Ilan, Cecila Todd, Esperanza Márquez, La Rego, Antonieta, Kiara, Montaner…, los brasileros María Betania, Caetano Veloso, Gal Costa. y su universo de carnaval. Su Santo Señor de nombre Cazuza hacía ríos largos a mis lagrimales con su "Fas parte do meu show". Por cierto "Me deixas louca", después de 20 años, apesar del tiempo, no merecía ni un café o un vaso con agua y Elis, la pobre, se volvió a morir. El egoísmo, de algunos, es patético, terriblemente triste y grita de una soledad tan sola. En fin, me llevo de un mal con los perfectos e inmaculados.
De repente, encuentro a mi Ave Migratoria y descubro que es fanático, EL FANATICO, del Eurovisión, tiene todos los videos desde 1961, -Quieres caldo?.., Toma 80 tazas-, y me veo viendo a un Raphael, un Mocedades, un Domenico Modugno y una Gigliola Cinquetti con su "Non ho l'eta" y la rueca de mi memoria vuelve a dar una vuelta más.
Amigos. Esto ha sido mi vida musical, a vuelo de colibrí..., y eso sin tocar, casi para nada, el torbellino anglosajón o la música académica… Duraría años en escribir y no terminaría ni en mil siglos.
Ahora me pregunto: Cómo se me ocurre pedir, a mis amigos, que me nombren sólo 5 canciones?
Hoy cumplo 46 años. Ya he vivido mis primeros 45 con sus simas y cimas. Si divido mis 45 entre 5 me da 9. Entonces, si la matemática no me engaña, debo resumir nueve años en cada canción…, es la fórmula más fácil pero no más difícil.
Allí van:
Cariño Trianero…, Carmen Sevilla. Me lleva a mi niñez, a los dulces de mi abuela “La Filósofa”, a mi pueblo en una orilla del mundo, a las calles llenas de sonrisas y colores nuevos, a la inocencia, a Togolo -un maravilloso payaso creado por Toco Gómez-, a Sopotocientos.
Calor. Letra, música y arreglos de Aldemaro Romero. Con la voz, en estado de gracia, de María Teresa Chacín. Esa pieza representa tantos sueños de un país por hacer. A las largas carreteras. A descubrir Caracas desde un décimo piso, a las tardes por la avenida Urdaneta. Al primer beso completamente pecaminoso. Si escuchan la versión original, notarán cómo Aldemaro hace brillar a la Orquesta Sinfónica de Londrés. Onda nueva en estado puro. El piano, a los 57 segundos, y luego la entrada de los metales, sencillamente, me fascina. Es una pieza redonda, redonda. Bravo Aldemaro, dónde quieras que te dé la gana de estar.
Amigos. Juan Luis Guerra y su 440. Representa a mi Amada Emperatriz China. Es aquel apartamento frente al campo de golf, es saber que los amigos existen. Es ver a el enano volverme loco a preguntas, es ver la risa de Elida, escuchar a la Meneca, es la mirada de Armanda, es el silencio solidario de Ana Teresa. Es Alba, es Lucy, es Nini -y la voz divina de su bellísima hermana-, las arepas de Aurora, el caracter de Hilda, el cabello de Dolores. Mis primeros escritos, encontrarme con Rosemary en los pasillos de la Católica. Es edificar nexos sólidos que aún perduran. Saber que la amistad es y lo demás es lo demás. Es, en definitiva, encontrarme con mi Ave Migratoria, es construir posibles.
Luz de Luna. Interpretada por Rocío Durcal. Por alguna parte debe salirme el lado melodramático. De mis 27 a mis 36 años el mundo se me volvió cuadritos. Época de decisiones difíciles, de constantes cambios. De lagrimones a las tantas de la noche, de eternos por qués sin respuestas. De vacíos vacíos. De amores rotos, de sonrisas sordas..., un caos. Cambios, pue!
As If We Never Said Goodbye. Música de Andrew Lloyd Webber, letra de Don Black & Christopher Hampton cantada por Glenn Close. Y amo, absolutamente, a los musicales. Recuerdo perfectamente cuñando escuché por primera vez esa canción. Fue en la madrugada de un 24 de diciembre de 1998. Mi Ave Migratoria me regaló, esa noche, “Broadway Collection” con las top songs from musicals. Fueron 3 cds que escuché hasta no sé cuántas veces. Desde que la descubrí, esa canción, ya forma parte de mi vida. Y Ustedes no saben cuánto.