lunes, julio 28, 2008

El hijo del padre.

Julio 2008 Paris, Cracovia, Varsovia y Berlín 199


“Todos somos iguales, pero unos somos mas iguales que los otros”, decía mi abuela “La Filósofa”…, claro, por aquél entonces, yo no la entendía.

Sucede y acontece que muy cerca de mi casa, en uno de los modestísimos hoteles que rodean el Lago Leman, de esos que coleccionan galaxias de estrellas en su frontón, se presentó una inusitada escena. Unos gritos desentonaban completamente entre tanto mármol, drapeado, relojitos Lange & Söhne, gargantillas de brillantes, que parecen collares anatómicos, y kilómetros de sutilísimas seda.

La dirección del Hotel President Wilson, por lo inusual, llamó a la policía, pues de una de sus exquisitas suites provenían tal desatino.

Y la policía llegó. Al entrar a la suite encontró a una mujer tunecina, a un marroquí, completamente golpeados, agredidos. Luego de la aclaración de que “no hay guantes de seda” para los personajes famosos, las autoridades helvéticas procedieron a la detención, nada más y nada menos, de Hanibal Gaddafil.

Hanibal Gaddafi

Hanibal Gaddafil, hijo menor del líder de la revolución libia, había agredido a dos de sus sirvientes. Junto a Hanibal estaba su esposa, Aline, embarazada de nueve meses. Ellos estaban en Ginebra esperando, humildemente, el nacimiento de su niño.*

Luego de dos noches en prisión, y después de cancelar unos 300.000 euros de fianza, Hanibal Gaddafil volaba de vuelta a Libia, el jueves 17 de julio. Su hermana Asisha, abogada, se presentó en Ginebra para advertir bíblicamente: "Aplicaremos la política del ojo por ojo y diente por diente"

Para cerrar el chisme, los empleados domésticos, desde ese día, se encuentran en paradero desconocido, bajo protección -con todo lo que ello conlleva- de las autoridades suizas.

Toda esta historia sería digna de Hola o de una vulgar crónica de sucesos, pero ha devenido a todo un problema diplomático, involucrando al Quai d’Orsay, el Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno Francés. La semana pasada, el gobierno suizo reconoció la existencia de “una crisis”. La razón de dicha crisis hay que buscarla del lado de Trípoli, donde a lo largo de la semana una escalada de represalias derivadas del arresto del joven Gaddafi no ha cesado de acrecentar frente a la sede diplomática helvética.

Un par de ciudadanos suizos, se encuentran detenidos en Libia acusados de “inmigración ilegal”. A ambos se le ha negado el acceso a la protección consular. Se han cancelado dos terceras partes de los vuelos entre Libia y Suiza. De repente se exige visado a los ciudadanos suizos y también es probable la suspensión de los envíos de petróleo y gas. Se corre el rumor de la cancelación de las cuentas libias en los bancos suizos, la prohibición de barcos de bandera suiza -por ilógico que pueda ser, los hay- de atracar en puertos libios y unos cuantos etcéteras pertinentes.

LIBYA SWITZERLAND

Claro, todo esto volvería a la normalidad, si el gobierno suizo presenta “excusas formales”.

Para Erci Chevalier, portavoz del Ministerio de Exteriores francés, hizo saber que París “observa esta situación con suma atención”, y advirtió a las autoridades libias de “las consecuencias negativas que esta escalada podrían tener para todo el mundo”. El gobierno suizo, “suizamente”, confía salir de este sin sentido. El presidente de la Confederación Helvética, Pascal Couchepin, anunció, el 28 de julio, su intención de encontrarse con su homólogo libio. “No es momento de condenar, sino de encontrar una salida a esta situación”.

Por aquí, en verano es casi pornográfico. Ginebra se prepara para celebrar, del 31 de julio a 10 de agosto, su anual “Fêtes de Genève”, lo que yo he llamado “La fiesta del trapito”. Me explico. Ginebra se ha inundado con cualquier cantidad de mujeres, -con sabanas negras, la mayoría-, cubriendo todo lo pecaminoso, miles de metros de tela caminan como manchas, como sombras por la ciudad. Ellos, sus dueños, van con vestimenta acorde con el calor y el verano. Ellas con sus increíbles ojazos y labios rojos, con ese pesado trapero e inverosímiles aretes, eso sin contar con cualquier cantidad de niños y sus respectivos cochecitos.

Todas mis amigas feministas morían, cual peces fuera del agua, si vieran semejante espectáculo.

Mucho dinero corre, vulgarmente e impúdicamente, por el mundo. La doble moral se paga con euros, dollares, diamantes, petróleo -a 100 dollares el barril ofreció Chávez a España. Todo olvidado, sonrisita y franelita, la que mostró en AlóPresidente de ayer. Por cierto fue dada al Rey por, nada más y nada menos, Bush padre. Qué cosa, no?-, vidrio de colores, oro, francos suizos y favores de piel.

Visto lo visto, creo que alguna de ellas disfrutan su papel…, la realidad me supera o aún -a mi edad- no tengo las herramientas como aceptar algunas cosas. Para qué quejarme, vivo en la ciudad de la tolerancia. Samuel P. Huntington ya lo dijo. El choque de las civilizaciones ataca de nuevo, y yo vivo en el medio de ella.


Todo lo mejor para Ustedes.



*Alojarse en la suite imperial del hotel President Wilson en Ginebra, Suiza, cuesta la friolera de 33.000 dólares. La habitación más cara del mundo, según el libro de los récords Guinness, cuenta con un ascensor propio, cuatro habitaciones con vistas al lago de Ginebra, una sala de estudio, un vestidor, un comedor, un salón con mesa de billar, una biblioteca y una sala para tomarse una copa, entre otros lujos principescos. Viva la revolución.

domingo, julio 06, 2008

Te regalo en horizonte

No es fácil escribir sobre Él, es más, tengo más de tres meses tratando, pensado qué escribir. No hay remedio las musas, los recuerdos, las anécdotas no sé ponen de acuerdo. Son tantos los momentos, tantos los instantes y es descubrir otro matiz de la palabra amor.

Es verle, y disfrutar, cómo se le pone la cara roja manzana. Su tímida sonrisa nerviosa y su pícara mirada. Su mirada, su mirada que me fascina, que no deja de fascinarme, desde hace más de 30 años.

Y aquí me veo, mientras escribo, sonriendo recordándole en diferentes facetas de su vida, de su piel, que brilla y parece de mentira. Del como su voz fue cambiando y su sonrisa adquirió sabiduría de los años.

Una vez le maquillé como payaso, disfraz que todos alguna vez vestimos o soñamos usar. Le recuerdo sentado, sobre un aparador, mientras esperábamos, aburridísimos, que me entregaran aquellos trajes de libérrimos gaiteros gallegos -lo que uno hace por una madre-.

_Disculpe, pero en dónde compró ese muñeco?

Preguntó una señora y el local se quedó en silencio. Como si el tiempo decidiera ponernos una pausa.

_Cuál muñeco? Respondió la dueña del local, con suma curiosidad y hasta atónita por lo absurdo de la pregunta.

_Ese…

De pronto, se escuchó el grito de la preguntona señora, cuando se percató, que tal payaso, era sólo un niño, en absoluto estado catatónico.

Así ha sido Él desde su más tierna infancia.

Como toda relación humana, hemos tenido nuestros más y nuestros muchísimos menos, no fue nada fácil, por ejemplo, tenerlo sentado sobre una mesa, para terminar viendo como la sopa chorreaba por toda su ropa. Lo he matado, como mínimo, unas cuatro millones de veces y adorarlo unos chorrocientos millones más.

Es verlo salir, por tonto y confiado, de aquel terrible lugar en Caracas y abrazarlo, sin decirnos nada y decirnos todo.

Es saber que está allí, con su filosofía variopinta y su mirada.

Es saber que tenía un ojo juguetón y que tiene una letra horrible, horrorosa. Llegando a patética.

Es saber que tiene su nalga hinchá, que su caminar es tan particular como su humor, que si pisa una hormiga la tapiza contra el suelo, que su sonrisa es irónica y que aprendí –ja, ja, ja- a cortar cabello trasquilando los de Él.

Es saber que su timidez es directamente proporcional a su enorme corazón, que no comía pasados los 6 años y era insufrible como adolescente.

Es saber tantas cosas…

Es recordar que nació de 6 meses, pesando más de dos kilos, que duró un mes en incubadora, es sufrí noches sin dormir, es tener a mi madre, por 2 semanas en cama, con una rubéola, y Él con sólo un mes y días de nacido, parecía una rana deshidratada, con mucho pellejo, a la cual se podía hacerse el estudio completo de vasos sanguíneos y articulaciones sin disecarla.

Es lavar pañales. Es odiar, por los siglos de los siglos, el año 1976…, los pañales desechables llegaron a Venezuela a principios del 77. Y ahora me dicen, mis amigos primerizos, que bañar y ponerle los pañales a un bebé es ultra difícil…, me viene a mí con cuentos de camino. Por cierto no pienso repetir la experiencia en mi vida. También sé que es puro bla-bla-blá de mí parte.

Volvamos a la historia.

Me vomitó, me orinó, le preparé la NAN, la S26, la nenerina, escuché maravilloso conciertos con sus erutos, le enseñé a caminar y el a-e-i-o-u, le llevé al colegio, le llevé al cine, le dormí, le di de comer, peleamos -y cómo-, no me habló, no le hablé, lo mandé a la mierda, me mandó a la mierda, nos abrazamos, lloramos, reímos, volvimos a pelear y todas esas maravillosas cosas que hacen un hermano mayor, con su hermano menor.

_Ustedes son hermanos?

Nos preguntó una señora a quema ropa.

Qué pregunta más estúpida, pensé. Si no nos parecemos, físicamente, en nada. Él rubicundo, altote, imponente y yo lo más parecido a turco -con perdón de los turcos-.

_Sí…, por qué? Respondí, más por cortesía que por otra cosa.

_Tiene, increíblemente, los mismos ojos y la misma mirada.

Ese ha sido uno de los regalos bonitos de la vida, saber que tengo su mirada, sus ojos.

Ahora estoy jodido de por vida. Cada vez que escuche la Marcha Triunfal de Aída, El Aleluya del El Mesías. Por asociación libertina de ideas, me acordaré de Él. Como aquella canción que le enseñe cuando niño y que la vida se encargó de ser olvidada.

Fui su orgulloso padrino de bodas. Disculpen lo personal de este post…, es que mi niño se puso toga y birrete. Es abogado.

Te amo Juan Carlos.

Ya saben cómo se pone uno, de tonto, de cursi, con los hijos, que te regala la vida, cuando celebramos sus triunfos.



Todo lo mejor para Ustedes.

PS: Tengo tres hermanos. Galleguísimos ellos. Cada vez, que me veo al espejo, veo a Juan Carlos, en mis ojos. Veo también, a mi hermano Roberto Luis Antonio -sí…, lleva los tres-, en mi sonrisa y llevo, a hermano Manuel Arturo, en mi voz. Mis tres hijos -a los tres les cambié los pañales…, de tela- son más que mis hermanos.