miércoles, abril 23, 2008

A quién corresponda: “No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras.”

Juan Luis Vives

Desde la Ópera. (Serie de 3, segunda entrega)

Carmen


La Ópera. No es fácil, no es nada sencillo, escribir sobre tamaño tema en pocas palabras, en pocas líneas. La Ópera, menudo problema. Cerremos los ojos e imaginemos un escenario vacío, un rayo de luz cae sobre él dibujando, retratando a alguien. Un ser que canta, que canta como muy pocos seres pueden cantar. También a un lado se desdibuja, por lo menos, un instrumento para acompañarlo, generalmente un piano y a su ejecutante.

Él o Ella canta. Un Aria crece entre esa voz y nosotros, nos subyuga, nos estremece, nos hace reír, nos hace llegar hasta las lágrimas. Pero eso es sólo el principio, La Ópera necesita una orquesta, vestuario, escenografía, efectos especiales de luz, sastres, peluqueros, maquilladores, zapateros, un director de escena, un director musical, otras tantas cosas y, sobre todo, los cantantes

“Un hombre desnudo que cruza el espacio y otro mira” definía Peter Brook al teatro, esa definición se le queda corta a La Ópera. La Ópera nació grandilocuente, nació híbrida para crearse y recrearse constantemente, La Ópera es complicada, extravagante, absurda y burguesa. Fue hija de los nobles, de los burgueses, de los ricos y de los nuevos ricos.

La Ópera es grandilocuente, sólo es necesario mirar los grandes teatros, enormes cofres de orfebrería exquisitas que la resguardan como joyeros inmensos. La Fenice, La Scala, Ópera de Roma, Covent Garden, El Metropolitan, El Colón, El Real, l'Opéra Bastille, El Liceo, La Sydney Opera House, Opernhaus Zürich…

La Ópera es híbrida, es el arte total, él más complejo y la unión armónica de todas las ciencias. Acústica, matemática pura, arquitectura, física, química, la astronomía -son tantos los astros y estrellas de diversos pesos-, la mecánica cuántica –si todo es desplazamiento ondulatorio, mi amigo Planck me daría la razón-, biología y un abultado etcétera. Todo. Todo está allí para hacernos un instante inolvidable, un instante memorable mientras vemos a ese ser, a esos seres llamados cantantes, que como médiums, nos traen, o nos llevan, a otros lugares, a otras circunstancias, a otras vidas.

A La Ópera vamos a llorar, a reír. Necesitamos despegar del suelo, y lo hacemos gracias a esa mezcla de música y poesía que nos proporciona emoción.

Es en ellos, en esos seres, los cantantes, donde La Opera encuentra esa fuerza que la hace indestructible desde hace más de 400 años. Artistas que salen al escenario sin red, con el principal activo de su voz y el único propósito de trasformar el aire en puro líquido lagrimal. Ellos se exponen, quienes dan la medida del riesgo, quienes hacen que la ópera sobreviva por los siglos de los siglos, amén. Ellos han fundado y representado estilos, resurgir cerdas, han resucitado roles y maneras de entender el canto.

Vamos a la historia, cosa nada fácil y terriblemente pretenciosa de mi parte, es como resumir la historia en un par de paginas. Pero soy osado y allí me lanzo:

La Ópera nació italiana y tuvo su siglo, y fue el XVIII, el reinado de los castrati. Ellos fueron las estrellas primarias de un arte que luego iba a evolucionar hacia soluciones más humanas, sin necesidad de salvajadas quirúrgicas previas. A ellos se le debe la expansión de la ópera por toda Europa, se convirtieron en los primeros divos de un arte floreciente que necesitaba ídolos.

Era los tiempos de Farinelli, sus duelos con las trompetas hacían gritar de júbilo media Bolonia, de Cafarelli y de sus desmanes en Roma, de Senesino, el favorito de Haendel. Ellos marcaban los gustos de Venecia, Nápoles, Viena, Londres de la época.

Alessandro Scarlatti, Antonio Caldara, Georg Friedrich Haendel y sus respectivas Óperas sólo interpretadas por hombres…, ya saben, la Iglesia Católica y Apostólica –y todos los ólicas posibles-ataca de nuevo. Perdón…, para mayor gloria de Dios.

Después llegaron Gluck, Haydn y, sobretodo, Mozart. Nace la ópera alemana y los cantantes pasaron a segundo plano. Aparece el compositor, eclipsando con su figura desatando la locura en Hamburg, Viena, Salzburgo, Praga, reinando en lo quedaba del siglo XVIII.

Llega el XIX. Su majestad lleva el nombre de Gioacchino Rossini. Con él La Ópera se convierte en algo parecido a la gula y la lujuria, no importa en qué orden. Con Rossini no queda más remedio que cantar bien, con expresividad, gracia y sentimiento. Basta un ejemplo: El sádico de Pesaro escribió “Cessa di pui resistere” para El Barbero de Sevilla, todo un riesgo para la cuerda del tenor. Nadie la cantaba, desde hacer décadas, sobre un escenario, hasta que llegó, gracias a los dioses, un maravilloso Juan Diego Flórez. La vida es justa y la mecánica celeste existe.

Otra cosa es Donizetti o Bellini, es la mezcla de arte y virtuosismo. Su vocalismo suave, expresivo y a menudo espectacular. El belcanto en estado puro.

Aparece Verdi, con una forma completamente distinta de entender el canto y el espectáculo. Los barítonos recuperan la fuerza y el protagonismo que una vez les dio Mozart y que el belcantismo había traspasado a un segundo plano. Si bien propone y proporciona campos de expresión, un Macbeth, hasta festivo, también crea una Violeta Valery, rol fetiche para cualquier soprano, con sus matices más dramáticos. Con Verdi aparece la psicología compleja de personajes trastornados y la intención profunda en los argumentos. Con él nace la ópera política y nacionalista. Cosa que es retomada por los rusos Glinka, Borodín, Rimski-Kórsakov y la obra maestra del género, Borís Godunov de Músorgski

En la misma época de Verdi, surge un Richard Wagner y su concepto de obra de arte total. Verdi y Wagner utilizaron su arte como arma de expansión cultural, incubada junto a una nación. Italia y Alemania. Los dos supusieron la culminación del compositor como figura estelar de todo el siglo XIX.

El final del siglo XIX y comienzos del XX, la cosa se complica. La Opereta, la Zarzuela, el Musical… y yo no terminaría nunca.

Dicen los entendidos que el siglo XIX fue el de los compositores, el XX de los cantantes y el siglo XXI será de los directores de escena. Yo diría que el siglo XX fue también de los grandes directores, Herbert von Karajan, Georg Solti, Claudio Abbado, Nikolaus Harnoncourt, Sir Colin Davis, Seiji Ozawa, Daniel Barenboim, Riccardo Muti entre otros. Arturo Toscanini, director nada complaciente, clasificaba las inteligencias menos agraciadas en tres grados: “Tonto, muy tonto y tenor”…, sobran los comentarios.

Mención aparte merecen los Directores de Escena: Calixto Bieito, Peter Brook, Roberto De Simona, Giancarlo del Monaco, Eduardo Diago, Achim Freyer, Denis Krief, John Pascoe, Luchino Visconti, Carlos Wagner, Petr Weigl, Robert Wilson, Jonathan Millar, Francesca Zambello, Michal Znaniecki y me quedo corto.

Una amiga, Migdalia, me comentó: “Yo tendría unos ocho años cuando escuché la Habanera de Carmen y no sé por qué, pero esa voz me cambió la vida.”

Y de quién era esa voz?

Maria Callas

Si algo tenía asegurado en vida Maria Anna Cecilia Sophia Kalogeropoulos, para los íntimos María Callas o sencillamente “La Callas”, después de haber sufrido todas las calamidades y de fracasar en las aspiración de cualquier ser humano, ser feliz, era su carácter de leyenda. Nació en New York, en 1923. En los tempranos cuarenta, sufrió la humillación al ser rechazada y no poder interpretar el rol de Cio-Cio-San por gorda. Pesaba unos 100 kilos. Entonces, guaramo tenía la doñita, en un año adelgazó 37 kilos para cantar La Vestale de Gaspare Spontini, en Milán, y como director de escena a Visconti. Murió sola, en Paris, a los 53 años, después de sufrir la perdida de un hijo, el abandono de Onassis. Toda una campana de Gauss fue su vida. Una vida que valdría el libreto de una buena opera

.Roberto Alagna

Anécdotas en La Ópera, miles, miles de miles. Para muestra, preguntenselo al tenor Roberto Alagna, que no soportó los gritos del publico, dejando a la mezzosoprano Ildiko Komlosi “Povera donna, sola, abbandonata in questo, populoso deserto”, en pleno segundo acto, en la italianísima versión de Aída, en La Scala, con un discretísimo Franco Zeffirelli como director de escena en diciembre del 2006

Mis Óperas: La Bohème –te acuerdas Emperatriz?-, La Cenerentola -con la sonrisa del gato de Cheshire a mi lado-, Rigoletto, Don Giovanni, Las Bodas de Fígaro, La Traviata, Carmen, Boris Godunov, El elixir de amor, El Barbero de Sevilla -terrible Madrid-, Lucia de Lammermoor, Turandot, El Caballero de la Rosa, Diálogo de Carmelitas, Aída, Madame Butterfly, Norma, Tosca, La Flauta Mágica,…

El tiempo cambia, ahora ya no es necesario ir al teatro, a la ópera a disfrutar de ese raro sortilegio. El video, los CD y hasta internet nos trae a nuestra sala toda la magnificencia de lo hermoso…, pero yo prefiero verlos allí, frente a mí, bañados por esa luz.

Cuando el oboe rompe el aire con su la natural y la orquesta afina, sé que va a comenzar un rito que me lleva, como en sueños, al estreno de L’Orfeo de Monteverdi, allá en la Mantua de 1607, y vienen a mí mis fantasmas. Sus nombres, entre otros tantos otros: Tito Gobbi, Cesare Siepi, Luigi Alva, Juan Diego Flórez -que canta, insisto, como un Dios-, Anna Kasyan, Joan Sutherland -memorable sus fa sobreagudo como la Reina de la Noche en La Flauta Mágica-, Beverly Sills, Edita Gruberova -cantando una sublime Lucia, desde hace veinte años, con todos los dos mi bemoles sobreagudos, y la canta cada vez mejor-, Mariella Devia, Montserrat Caballe –la única Madame Butterfly que se ha casado con su Pinkerton-, Renata Tebaldi, Cecilia Bartoli, José Carreras, Nicolai Gedda, mi amada Natalie Dessay -una personalidad compleja dibujada como el desorden aparente de un cuadro impresionista-, Sumi Jo, Renata Scotto, José Cura, el bajo bajísimo Boris Christoff –nadie como su Boris Godunov- y las superamigas inseparables…, Maria Callas y Renata Tebaldi…

Estoy también claro, a veces La Ópera es un ladrillo. Por ejemplo, soportar todas las horas de la tetralogía wagneriana y luego, lo entendería completamente, el suicidio. Pero, también eso tiene su encanto.

Todo lo mejor para Ustedes.

PS: Para aquellos que esperaban de “Desde la ópera” un post lagrimoso, lo siento. Ya en el mundo existen suficientes melodramas baratos, que con un poquito de música y buenos cantantes obraría el milagro.

Nota: Próximo post. “Aquella música lejana…”

domingo, abril 13, 2008

Ella bailaba como nadie y su nombre era, es, será Laura. (Serie de 3, primera entrega)


Rabia

Y Ella llegó con su aroma cautivador a cautivarle los sentidos.

__Mi nombre es Laura Montero y voy a ser su profesora de matemáticas, de análisis I…

Ella llegó con su aroma cautivador a cautivarle los sentidos.

__…la próxima semana, vamos a tener un examen. Les agradezco que no estudien nada, pues será bueno, tanto con ustedes como para mí, saber cómo están sus conocimientos en la materia que nos compete…


Todo tiene siempre un por qué, una causa y efecto como dirían los físicos. Es necesario un poco de historia,

Para él, desde niño, las matemáticas no representaban ninguna dificultad. Su juego preferido fue el ábaco que le regaló su abuelo paterno aquel maravilloso diciembre de sus primeros cinco años. Tampoco deliraba con los 7 por 4, ni se rompía la crisma por resolver algunas multiplicaciones de fracciones o disfrutar con los algoritmos de cambio de base. De algo estaba claro, se le hacía fácil, pero no como para echar cohetes. Pensaba él.

Por ello, los primeros años educativos, pasaron causando alguna que otra envidia, entre sus compañeros de aula, cosa que él nunca entendió. No era un genio, tan sólo tenía algún talento en hacer multiplicaciones por ocho cifras o sacar las raíces cuadradas sólo para mantener la mente ágil.

El acabose llegó con las ecuaciones de segundo grado, la radicación y la trigonometría. Dar clases a pudorosas niñas e insoportables niños, hijos de los amigos de sus padres. Constatar que explicando algunas funciones, el seno, el coseno, las diagonales y las tangentes hacían funcionar algo entre su entrepierna, y de qué forma, fue todo un descubrimiento.

Mauricio -Miauricio para su particular club de fan- desplegó todo su encanto en plena adolescencia. No era un adonis, pero tampoco un adefesio. Tenía algo en su personalidad que hacia suspirar a las más bellas chicas de la ciudad y sobre todo a las del club. Añejo club de rancio abolengo y boato del cual su familia era casi fundadora, casi desde que emanó el primer chorrito de petróleo y transformó el país en otro. Ellas, las niñas, eran puro suspiro entrecortado a medida que él caminaba por los pasillos. Era igualmente odiado por todos aquellos que no comprendían como él osaba arrebatarles las mejores chicas de la sociedad. Si bien uno que otro, de sus odiadotes y en contra de todo pronóstico, se enredó en su encanto. Siempre se cae en las redes de lo que se odia, pero eso es otra historia. Historia que muchos de ellos prefieren olvidar o dejar de lado, como se hace con un mal sueño.

Pasaron los años y él se vio estudiando Relaciones Industriales en una de las mejores universidades de la capital.

Función elíptica de Jacobi

Y Ella llegó con su aroma cautivador a cautivarle los sentidos.

__Mi nombre es Laura Montero y voy a ser su profesora de matemáticas, de análisis I…

Dios y todos sus santos en su mirada , en su voz, en su sonrisa.

__…la próxima semana, vamos a tener un examen. Les agradezco que no estudien nada, pues será bueno, tanto con ustedes como para mí, saber cómo están sus conocimientos en la materia que nos compete…

Craso error, medio salón salió en búsqueda de todos los libros de matemáticas existentes en sus respectivas casas, volvieron a revisar viejos apuntes.

Mauricio ni se inmutó. No abrió un libro, ni un cuaderno o algo que le recordara una ecuación.

El examen se hizo casi bajo lluvia en la temperamental mañana caraqueña. De los 45 minutos que duraba el examen, Mauricio utilizó menos de 20…, se acercó a entregar su hoja.

__Ya terminaste? Todo bien?

__Creo que sí.

__Si quieres te puedes ir.

Y Mauricio aún no sabe el por qué volvió a su pupitre, de la primera fila, y se quedó allí.

Laura vió su examen y se sentó en un pupitre al lado de Mauricio.

__Por lo visto no está nada mal.

Y allí se quedó, charlando como si se conocieran de toda la vida y Mauricio en un terrible dilema. De vez en cuando veía, tras de él, que las hojas con los exámenes de sus compañeros de clase volaban de un lado a otro del aula. Todo se estaban copiando impunemente y él no sabía que demonios hacer. No quería que Laura pensara que él era un ardil para distraerla y al mismo tiempo sentía esa absurda fidelidad grupal de pertenecer a algo.

Su martirio culminó con la finalizacion del examen y todo volvió a la calma…, bueno, no todo.

Desde ese día se convirtió en el mejor amigo de Laura, una mezcla de admiración e idolatría, así los años pasaron. 5 años después él se graduaba y lo fue directo al cubículo de Laura para que ella le firmara el título.

Un día se le declaró a Laura. Ella entre sorprendida y jocosa le dijo:

_Mauricio…, dónde demonios voy a encontrar un amigo como tú. Además, tú sabes tanto de mí y yo tanto de ti que sería completamente imposible. Eso sin mencionar que casi puedo ser casi tu madre.

Juntos vivieron el transcurrir de los años en mutuo apoyo fraternal. Los problemas de los padres de Mauricio al divorciarse, asesorarlo en la búsqueda de un empleo para él, luego de estudiar una lluvia de solicitudes y con la invalorable ayuda del esposo de Laura, el maravilloso Víctor, gerente general de una entidad bancaria y muy unido, casi adosado, a las finanzas del país. El divorcio de Laura del maravilloso Víctor, trata de entender el mundo femenino, que a pesar de tenerlo tan a la vista, y como hombre, jamás se enteraba. Ver a Laura, completamente destrozada, cuando se enteró que la patria potestad de su hija iba a las manos de Víctor. Presenciar como Víctor compraba con regalos costosísimos el cariño de su hija y constatar como Cristina, la niña, se dejaba sorprender como toda niña de siete años. Ver como un mar de muñecas, vestidos y caramelos sepultaban la habitación de Cristina y el efecto inevitable, “Me voy con mi papá, a la casa de mi abuela” y Laura morirse por dentro. Celebrar con Laura la vuelta de la hija, un año después. El maravilloso Víctor se casaba y Cristina, su hija, no estaba en sus planes.

Ayudar a Laura en su maestría, en su trabajo de ascenso en la Universidad y hacerse con un doctorado en ciencias.

Para Mauricio su vida social era intensa, debido a su cargo, cualquier cantidad de viajes, reuniones, simposium, comités y el caos de la crisis bancaria venezolana de la era Caldera II. La sobrevivió a ella por aquella conseja del “Nunca poner todos los huevos en el mismo cesto” y se estrenó como profesor universitario, las finanzas era, por fin, su horizonte más amplio. Además, tuvo una constelación de chicas, en dónde escoger. Se convirtió en un playboy latino con mucho dinero…y tenía muchas amigas.

Pero su amiga, LA amiga, era Laura, nadie podría opacarla. Nadie como ella con su cultura, con su voz, con sus temas de conversación, hablar de opera, de ballet, de arte, del acontecer mundial, de historia, de política, de cualquier tema. Nadie con su mirada, con su sonrisa, nadie como ella para superar el problema de la edad al sentirse vieja y aceptar que nunca sería para él. Ella se lo puso muy claro, desde el principio…, solo eran y serían amigos.

La fiesta terminó y Mauricio, como de costumbre, era el último en irse de la casa de Laura. Se iba luego de ayudarla en recoger el desastre que siempre queda luego de una reunión de amigos. Los vasos sucios, los ceniceros llenos, los platos si hubo cena, las botellas variopintas y ordenar el apartamento, compartir el último cigarrillo, la última cerveza, un par de besos en las mejillas y hasta otra oportunidad.

__Está haciendo como calor.

Y él abrió las ventanas y buscó otra cerveza, la última de la noche, antes de la despedida.

__Me voy a poner algo más fresco.

Y volvió vestida de odalisca.

Y él se fumó su cigarrillo en silencio. No entendiendo, para nada, tanta cinematográfica escena.

__Mauricio, dame un beso.

Y él la besó, como siempre, en la mejilla.

__Ese no es el beso que quiero de ti. Tengo que explicártelo de otra forma

Respondió ella y él la miró, encontrándose con seis millones quinientos noventa mil setecientos ochenta y cuatro serpientes húmedas verdiazules, en cada uno de sus ojos, haciendo garabatos alrededor de sus profundísimas pupilas.

Y entendío...

Y volaron zapatos, caían ropajes, un represa de abrazos se habrían paso por cerros, montañas y valles. Jadeos que hicieron que la noche se inventara una tormenta para cubrir la cara de la luna y las nubes se convirtieron en sábanas tropicales. Uñas rojísimas se clavaban en varonil espalda. Su cuerpo fue devorado milímetro por milímetro, él descubrió pliegues desconocidos, flores ocultas. Era abrir cortinas, descorrer velos, besar hasta la sombra, beber suspiros, caminar más allá, más adentro. Sentir bailar sobre un dejo, en el borde de una mirada, ser por tantos años, sonreír profundo y degustar el punto del no retorno…

Tormentas de besos no dados, huracanes de piernas y brazos, tentáculos por disfrutarse, murmullos de tela, suspiros grandes como catedrales y robar la luz a las estrellas…

Ver erizarse la piel, trémulo brillo de estrellas, besos profundos de mareas intensas, otros jadeos, movimientos espasmódicos de ríos salvajes, sudor en las paredes, cristales que cerraban los ojos y, de repente, en ese momento, verla convertirse como se “volvía marioneta, triste”.

__Mauricio, esto no debió pasar, es mejor que te marches.

Como en sueños y justo en el momento antes del grito de la noche, cuando el placer se convierte en potro sin dueño, cuando el relámpago está a punto de aparecer, en ese momento, en ese instante del ser o no ser, Mauricio escuchó la voz fría de Laura, transformada ya un témpano en donde, un segundo antes, era el calor del sol que quemaba todo su cuerpo.

__Esto no debió suceder… y es mejor que te marches.

__Está bien.

Se escuchó decir, salió de la habitación. Se vio buscando sus cosas por la sala, vestirse, calzarse, buscó su reloj, recogiendo lo que tenía que recoger y sin entender, sin pensar. No era tiempo ni el lugar para hacerlo.

Se fue, ella no salió a despedirlo. Sólo hubo, un mes después, un duro y simple: “No hay nada que entender. Es un decisión personal” como única respuesta y por teléfono. Nunca más se han vuelto a ver. De ello hace algunos años, muchos años, demasiados...

Hoy vi a Mauricio y está con su sonrisa de siempre, con su tristeza de siempre y siempre me dice lo mismo: “No entiendo a las mujeres, definitivamente…, no las entiendo”


Todo lo mejor para Ustedes.


NOTA: El próximo post…, “Desde la Ópera…”

martes, abril 01, 2008

El primer trimestre.

Templo de Debod

Comenzando el año comenté que éste iba a ser un año estupendo y lo ha sido, lo es y será. Lo he decretado así y así debe ser.

Una vez leí una novela de Isabel Allende -confieso que la he leído-, una frase. Siempre he comentado que ella es una autora de frases. Frases demoledoras, frases que sólo encontrarlas merece la pena leerse los ladrillos que ella escribe. “Deséame una vida interesante, rica…, no me desees que sea feliz. Ser feliz debe ser tedioso, fastidiosísimo, nada agradable para ser vivido”. Y la Doña Chilena, amigos míos, tiene toda la razón.

Este año va por ese camino, estos últimos meses han sido una verdadera montaña rusa, a veces agobiante, a veces con sus momentos insólitos, descubrir, por ejemplo, que lo que era no era y que las mascaras caen mostrando sus maravillosas realidades -por horribles que puedan ser-. Descubrir secretos, conocer verdades, entender, caerse, levantarse, comprender, escuchar, oír, sonreír en definitiva vivir en mayúsculas.

Qué ha sido o ha pasado en este trimestre que termina. A vuelo de pájaro ha sido lo siguiente:

Sufrir, por segunda vez, un robo en casa.

A raíz de la muerte de mi suegro, el año pasado, yo decidí -en mala hora- traerme todas las joyas de la familia. Me traje, completito, “El loro de Moscú” a casa, joyas con algunos años -siglos algunas- y algunos secretos. Piedras preciosas con sus preciosos trabajos en platino y oro, leontinas, anillos de película, pesadas gargantillas, increíbles zarcillos, relojes espectaculares de reinos perdidos. Me las traje, quién iba a pensar que un par de pendejos tuvieran en su casa un tesoro. Pues, se perdieron. Descubrí su perdida al buscar una chaqueta, tiempo después, y no encontrarla. Me dio por revisar y descubrir que faltaban cosas, entre ellas las joyas. Eso fue el año pasado.

Este año volvieron a entrar. Yo estaba de viaje y Mi Ave Migratoria me llama: “Menos mal que no estás aquí…, volvieron a entrar y todo es un desastre”. Ésta vez se llevaron muchísimo más, mi modesta colección de relojes y algunas cosas completamente insólitas.

No lo siento por las joyas o por su valor, nunca las iba a lucir ni usar, no suelo ser ostentoso, es más, no eran mías y las llevaría falta. Lo siento por lo que representaban, por su historia, el anillo de la bisabuela, el broche de Mariannne…, y, sobretodo, por La Rosa de Jericó, eso sí me dolió. La Rosa de Jericó pertenecía a la familia de mi Ave Migratoria por más de 200 años, mi suegro la guardaba como su verdadero tesoro. Todos los fines de años hacía su rito, era ponerla en agua, verla hidratarse y, cual “Gran Gurú Helvético”, pronosticar, a la familia, el próximo año. El fin de año pasado fue nuestra primera vez, en total intimidad, y última vez, que lo hicimos sin él…, y me pregunto: Qué demonios van a ser unos vulgares rateros con La Rosa de Jericó? Se iban hacer un tesito? Se la iban a fumar? Iban hacerse una sopa? Nos devolverán la ilusión al verla ver la cara de Güsty -mi suegro- y sus ojos de niño ochentoso?

Saber que existe gente pa’tó. Como diría mi Niña de Ojos Profundos.

Constatar, asombrado, que la genética confecciones divinas criaturas mezclando, tomando un poco de aquí, un poco de allá. Un ejemplo, tomado al vuelo y juro que no es metáfora: Crúcese un Anopheles con una Glossina, póngale el toque de los ojos de la novia de Chucky en el cuerpo de Gullum, según Peter Jackson, y saldrá una Alex Forrest cualquiera. Con toda su mala uva y presencia. Ella, que vive en la calle de la amargura y pretende que le acompañemos de por vida. Son esas personas que uno les habla, las cubre de rosas, les desea lo mejor de lo mejor, les regala sonrisas y ellas no los aceptan, amargándose cada vez más.

Es terrible, amigos míos, ver como un ser maravilloso se vuelve garabato, en espejo roto. “Es un caso perdido”, dicen y yo no lo creo. Sencillamente espero que se convierta en la mariposa que sé que son, y vuelen, en divino vuelo, a la armonía, a la paz que necesitan, a la paz que les deseo. Eso espero, eso quiero para ellos.

Cuando me encuentro con ese tipo de persona me felicito. Escuchar una obra musical sin los bemoles, sostenidos y alteraciones es muy fofo. Los bemoles, sostenidos, las alteraciones enriquecen la música. Es más, se imaginan un piano sin teclas negras? A su sonido parecería que le faltara algo. Por eso ellos, al conocerles y compartir un tiempo sus vidas enriquecen la mía, me enseñar otras realidades, otros presentes y eso se agradece. Amigos, en la vida se debe ser agradecido. El que tenga ojos que lea y quizás comprenda.

Mi empleo: Descubrir, día a día, lo interesante que es. Un mundo dentro de un mundo en el mundo. Confieso que a veces me gustaría salir corriendo, buscar otra cosa, confieso que por mi trabajo dejo de ser otras cosas que me gustaría hacer, -entre otras cosas leer y comentar en sus blogs- pero también confieso, sencillamente, que me encanta hacer lo que hago, es un reto diario y la adrenalina me vuelve loco. Será que soy completo masoquista, disfruto con mis horarios de infarto y mis cenas de madrugada, casi desayunos. Quack está entrenado y mantiene la mesa preparada a la hora que lleguemos. Mi Ave Migratoria no se queda atrás compartiendo ese insólito mundo.

“Justifica tus limitaciones, y ciertamente las tendrás” escribió Richard Bach -también lo leí-, allá en su “Ilusiones” en 1979…, Dios qué viejo soy!!!

Ha sido conocer y reconocer, aunque de pasada, ciudades maravillosas -la siempre sorprendente Berlín, la fría lluvia Stuttgart, mi amada Zürich, mi “amor odio eterno” con Madrid, las gentes de Bruselas, la piadosa Sevilla, la sutil Lisboa…-

Reencontrarme con el timón, el mástil, la vela, el viento en popa que es Mi Amada Emperatriz China en mi vida. Saber que está allí y maravillarme con su rapidez mental y su contagiosa risa.

Ha sido reencontrarme con Rossini y perderme entre sus notas, en sus endemoniadas partes para tenor. El redescubrir a Joaquín Rodrigo su obra y saber que los recuerdos están en mí, reírme con Tricicle, en una fría noche ginebrina, que se volvió cálida en aplausos y en risas infantiles, en las caras de aquellos adultos banqueros suizos. Como compañía? La sutil y cálida presencia ginebrina de mis amigos y la mirada, de selva amazónica, de mi hijo putativo.

Es caminar por Aranjuez, compartiendo el camino con unos ojos de película, tarareando –tratando- el “Allegro gentile” de Rodrigo, entre los jardines Del Príncipe, y encontrarme con una guía. Sencillamente “La Guía”. Amigos, yo daría media vida por tomarme un chato con ella y escucharla por horas. Sí…, escucharla por horas, por días para aprender de otras miradas, de otros horizontes, pero con su risa y en su mirada. Amigos, qué señora, qué dama. La vida me debe volverla a ver y tomarme unos cuantos litros de su sabiduría.

Ha sido encontrarme con sorpresas, gratas y otras no tan gratas, como las de mi amiga Martha, Roberto, Antonio, María, Catherine, es enviar toda buena mi energía y lo mejor de mí a mis amigos, de algo debe servirme ser Hechicero y, sobre todo, Antiguo.

Día a día, y al pasar del tiempo, veo, entiendo y aprendo a ser lo que soy. No soy ni mejor, ni peor persona…, sencillamente soy distinto y eso, ser distinto, es sencillamente divino.

Escribo amigos, como lo hizo en su día Neruda, un “Confieso que he vivido” -también lo leí-, espero seguir haciéndolo y tener, sobretodo, a mi lado a Mi Ave Migratoria…, para aprender a volar juntos y compartir el descubrimiento con Ustedes, qué más puedo agregar o/y pedir?


Todo lo mejor para Ustedes.


PS: La foto es el Templo de Debod, la tomé a principio de año, cuando Madrid me regaló un maravilloso día primaveral en pleno invierno. Se la debía a mi Amada Emperatriz China, ella me debe pasearse conmigo y hablar entre sus piedras.

NOTA: Debo 3 post y serán los próximos que escriba. Se los debo a Laura y a otras otras, y a otros otros.