lunes, julio 23, 2007

Ellos en un café

Ella, ella la antigua comunista, hoy famosa periodista y profesora universitaria de culto, una maravillosa y elegante mujer con cabello perfectamente peinado, a la moda, vive en una casa de diseño con sus dos rottweiler, orejas recortadas. Ella rodeada de cualquier cantidad de alarmas, cámaras de video y caseta policial, ella completamente protegida y cuando se le pregunta el por qué de tanta paranoia responde entre jocosa y digna: “El hombre nuevo, aquel que vislumbraba Lenin, se ha demorado. El mundo está lleno de maleante, cosa que es lamentable”.

Ella, un domingo cualquiera, saldrá a pasear por la ciudad, en la parte civilizada de la misma, claro está. Ella irá acompañada por su esposo, el ejecutivo de no-sé-cuántas-compañías, de su hijo, que está de sus cortísimas vacaciones de su master en economía, y de su niña, aún sin saber qué estudiar –Estudios Internacionales en Ginebra o Historia del Arte en Florencia-.

Después, los cuatros, bellos, perfectos y felices irán a visitar a unos de sus similares, quizás a algún museo o a un concierto en la placida mañana dominical. La idea es comer tarde y sin prisas, total es domingo y el día es casi perfecto.

Ya con tiempo llegarán a un restaurant con terraza, digamos que en Caracas. En el Ávila el sol hace cabriolas de color, el día está divino, la vida es hermosa, la vida es perfecta.

Volverán a su casa, los niños se irán con sus amigos. La modorra dominical la llevará, a Ella, dormitar al lado de su piscina mientras su esposo dejará pasar la mirada sobre un libro, pensando –como si tal cosa- sobre el próximo proyecto con el gobierno. Proyecto del que espera sacar una sustanciosa tajada que coronará definitivamente su espléndida madurez. Entre tanto Verdi, como un murmullo, mece las ramas de los árboles. No hace mucho, Él, salió indemne de tres casos de corrupción, claro eso era cuando era de la oposición. Pecados, todos ellos, absolutamente olvidables, completamente veniales. Su nuevo status borra todo. Además, pensándolo un poco, mientras apuraba su scotch con dos cubitos de hielo media tarde, "el sol tiene manchas y brilla tan campante". Mejor es no recordar ni meditar, ahora no. Sencillamente Él ha evolucionado, eso es todo.

Algo en Ella ha cambiado, algo. Su mirada es distinta. Hace tres días tuvo un encuentro inesperado que le devolvió todo su pasado a la memoria.

Estaba buscando un libro, entró por casualidad a la biblioteca de la Universidad y allí le vió. Joaquín, qué de tiempo sin verte. Joaquín, el soñador. Joaquín, el come candela. Joaquín, su primer novio novio. Le vió y sólo pudo decirle un antiséptico “Hola, cómo estás”, tan justo como para evitar romper encofrados.

Bueno, en verdad se evaluaron con cierto pudor, se analizaron intensamente, tan intensamente como son unos cuantos segundos el fondo de la mirada y después rompieron ese absurdo silencio y se fueron a compartir. “Te apetece un café” dijo Joaquín con su toque catalán y recordando, cuando se burlaba de ella, por su acento cantadito, de chilena recién llegada, escapando de Augusto. Cómo para el tiempo, no?

Los años dejaron su huella cada uno a su manera. Con ella fue generoso, su rostro conservaba un brillo juvenil –las cremas hacen su milagro-. Joaquín, como siempre, perdido apoyando causas perdidas en algún lugar del mapa. "No me he casado", dijo Joaquín. "Yo tengo dos niños preciosos", dijo Ella. El café abrió puertas, entre jocosos y melancólicos, recordaron los viejos tiempos, su amor allá en la selva cuando Joaquín aún no era médico y ella era secretaria de la federación de estudiantes. Aquel viaje a Centroamérica cuando creían cambiar al mundo, la caída de tantos sueños, las luchas sociales, sus marchas y todo lo que vino después hasta que cada uno se fue por su lado. De pronto y con dolor, guardaron silencio, ya no tenían nada que decirse, que contarse, en la sonrisa congelada percibían la larga e infranqueable distancia que les separaba.

Joaquín regresaba, en pocos días, a quemarse bajo el sol inclemente de África perdido en causas perdidas. Ella se perdería en la universidad, escribiendo libros que nadie lee pero que todos compran, en su casa de diseño y premio nacional, en uno de los dedos que rodeaban a la ciudad. Ella juez y parte de su exquisito mundo académico y tés a media tarde, ella la Señora de fulano de tal con tus toneladas de apellidos. Ella se diluía, ese domingo, mientras veía, allá abajo al lado de la piscina, cerca del área de las barbacoas, en el cuidado jardín de bromelias a uno del personal de servicio darle comida a los perros y ellos, los perros, lo agradecían, como sólo los perros muy peligrosos saben hacerlo.

Todo lo mejor para Ustedes.

NOTA: Doña Tongolele me dio un hermoso regalo y me pone en un compromiso. Son tantos y tan variados los blog que visito que se me hace imposible recomendar 5, premiar sólo a 5. Cada uno es tan personal, de todos ellos aprendo. De forma especial recuerdo los de mi grupo 11N, esos locos adorables que tuvieron la delicadeza en reunirse -algunos sin conocerse entre sí-, en aquella noche Caraqueña, para compartir una copa, en cuerpo presente, con un perfecto desconocido, aquellos que me regalaron abrazos, besos, una grata charla, una hermosa noche. Se les extraña, la verdad.

Ahora, entre los blog, hay uno que no podría clasificar. Rompe esquemas, más que un blog parece una revista que se puede encontrar de todo todo. En él se encierra todo lo que yo podría definir como una bitácora, nada en él es desperdicio. Distorsiones del escurridizo Sulaco . Pasen por allá, saluden a sus negros -es imposible que un solo ser humano escriba lo que el escribe- y disfruten de lo que Él puede darles. Me lo agradecerán y su EGO crecerá -eso es posible?- un poquito más.

PS: Les pido disculpas a los que me leen por no visitarles. Aquello de "uno dispone y...", existe. Sé que me estoy perdiendo muchas cosas buenas. Señor RomRod …, es todo un honor. Señora Coqueta es lo que hay.

La foto: La tomé en el aeropuerto de Barajas el 09 de marzo de éste año. Parecía una despedida y les robé un momento, ellos no se dieron cuenta. Ella con sus zapatos blancos y Él perdiéndose en los ojos de Ella. No es, ni será, mi mejor foto, sólo espero que ellos sean felices donde sea que ellos lo deseen. Y yo les prometí una historia, imperfecta como es imperfecta la vida, como es de imperfecta una nube.