A Photheus, te lo debía.
Una mujer llamada Annie Proulx, que vive en Wyoming, publicó en The New Yorker, el 13 de octubre de 1997, la historia de un tal Jack Twist y un tal Ennis del Mar; construyó el cuento gracias a su enorme talento literario y a las historias que la gente del campo le contaba. Jack y Ennis, dos vaqueros de infancia desgraciada y pobre, viven la más arrebatadora historia de amor posible mientras pastorean ganado, a los 20 años, en el verano de 1963. Una historia de amor inesperada para los dos, que hará que sus respectivos mundos converjan y se tambalee en cuanto bajen de la montaña y se separen, cada uno en pos de su curso vital preestablecido. Una relación marcada por el amor, pero también por el miedo, en un entorno donde ser diferente se paga a un precio muy alto. Es Brokeback Mountain en pocas y escuetas palabras.
La historia no responde a ninguno de los tópicos gays de los que adolecen a veces las historias escritas por los propios gay, más preocupados en que el mensaje cuadre entre su público potencial que en la emoción del argumento. La vida de Jack y Ennis, contada por la escritora, es seca, muy seca, dura, muy dura y sobrecogedora. Lo es también la película de Ang Lee, y lo es en los ojos dos actores, que saben actuar para que el público vea por encima de todo a dos hombres enamorados.
La historia salta los mil tópicos sobre el asunto: Escrita por una mujer, de ambiente rural, de seres sin glamour y sin educación, de amor hasta la muerte entre dos hombres. Eso sí, en el cine son fundamentales esas pequeñas y deliciosas externas, Ang Lee optó por dos actores Heath Ledger y Jake Gyllenhaal. El rubio Heath Ledger no se acerca siquiera al Ennis Del Mar al “desgarbado y de pecho hundido” descrito en el cuento y Jake Gyllenhaal, y sus ojos enormes, están muy lejos del pequeño y desdentado Jack Twist de Proulx, pero recuerden en Hollywood todo es posible.
Pasemos a la película: La deslumbrante actuación de Ledger revela una inesperada ternura en un personaje más proclive a expresar sus emociones a través de la violencia que de las palabras. Su Ennis Del Mar es tan monolítico como el paisaje montañoso en el que –con la misma rapidez, brutalidad y precisión que exhibe al dispararle a un alce- penetra a Jack Twist por primera vez -“El arma dispara” gruñe Jack como respuesta, en el libro, no en la película-. La sorpresa que el affaire despierta en Ennis -por sus inconvenientes tanto como su intensidad- refleja una humildad fundamental que choca con los deseos de Jack quien propone una y otra vez la convivencia, un plan que naufraga ante el pragmatismo de Ennis –por no hablar de su miedo-. Personalmente prefiero destacar la labor de Jake Gyllenhaal, con una interpretación del personaje más brillante y también difícil, sabiendo reflejar su carácter alegre y despreocupado y los cambios que se suceden con el tiempo. Sólo hace falta mirar a los ojos de su personaje, Jack Twist, para saber que lo que es el verdadero amor.
Brokeback Mountain es una historia de un amor que no se atreve a decir su nombre, Ennis y Jack se convierten en los héroes ingenuos de una historia que no tienen idea de cómo contar. El mundo les rompe las espaldas, pero en esta valiente película son tan icónicos como la montaña. Los dos vaqueros representan las dos caras de una misma moneda: Una que teme aceptarse y otra que se acepta, pero que no puede hacerlo. Uno esclavo de sus pasiones, el otro esclavo de sus miedos.
Pero es que no es una historia de vaqueros gays, o no es sólo eso, cualquier persona un poco más evolucionada que… (Ya saben a quién me refiero) pude haber sentido la soledad de esos dos personajes, pues lo que muestra es el odio de los bienpensadores a la diferencia. Narra una historia frente al poder establecido, a la costumbre, a las normas sociales. Curiosamente, en la película, las escenas más desgarradoras de esos dos hombres condenados a ocultar su amor, son aquellas con las que más fácilmente se pueden identificar –y se identifica sin duda- el espectador heterosexual. Esa es la virtud, ese es su secreto: Su capacidad de representación. Venderla o hablar de ella como una historia de homosexuales es –aunque también lo sea- reducirla, hacerla pequeña, condenarla a ser una mera historia de costumbres. Quizás sea cierto que algo de universal hay en ésta historia, pero no más que de gay a lo que pueda haber en “The Bridges of Madison County” pues, ambas películas tienen mucho en común. En efecto, resulta imposible salir indiferente de este autentico viaje al fondo de la soledad compartida. Doloroso y terapéutico por partes desiguales
No sé si Brokeback Mountain es una película perfecta, posiblemente no sea así pero para aquel que quiera saber la verdad sólo le queda rendirse ante una de las bellas historias de amor que las pantallas han visto en mucho tiempo. No hay grandes pasiones desbocadas, ni melodramas inacabables, no hay héroes, ni personajes que se rebelen contra la moral dominante, no, lo único que hay es la vida misma: El estremecedor y sincero romance de dos personas que se aman de la única forma que saben, porque no les enseñaron otra, porque no les queda otra. Su historia se mueve en el terreno de la dignidad humana, y en el de una realidad en la que los sueños han sido proscritos a un lugar con forma de montaña porque no hay espacio para ellos en nuestra vida. Es en ese espacio majestuoso, robado de nuestra imaginación y reubicado en un lugar perdido de las montañas rocosas donde la historia de Annie Proulx y Ang Lee crece hasta convertirse, sin decir una sola vez te amo, en uno de los más grandes relatos de amor que aquí, el que firma, ha visto o leído nunca.
Y dándole otro tipo de lectura…, dejemos lo anecdótico del cuento y la película. Seamos más pedestres, básicos y hasta cursis. Ahora les pregunto y respóndase íntimamente mirándose frente a un espejo. Alguno de ustedes, en algún momento de sus vidas, no han dejado, han renunciado a algo y/o a alguien por la presión de terceros. Por eso lloré, por eso lloro al recordar la historia de Jack y Ennis, recordando en aquellos posibles que nunca fueron. Allí, para mí, radica lo maravilloso de la película. Esos miedos que no nos dejaron decidir y ser nosotros mismos.
Ya para terminar, y volviendo a la película, hay una escena que no puedo olvidar. Es la imagen de Ennis abrazando a Jack por la espalda mientras le canta una canción de cuna. Ennis se mece con Jack, se mezcla la pérdida de la infancia y su negativa a reconocer que abraza a un hombre. No encuentro palabras para describirla.
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¿Buscas trabajo? Este verano cuidaremos ovejas en la montaña.
Yo dormiré en la caseta y tú te quedarás abajo en la tienda. Tenemos whisky, y yo puedo cocinar y preparar el café.
Déjame curarte las heridas que te hiciste al caerte del caballo.
Estoy harto de las judías enlatadas. Voy a encargar sopa.
Puedes dormir dentro si quieres.
Las ovejas se mezclaron, y ahora tendremos que separarlas.
Ha terminado el verano. Volverás el año que viene?
El mundo de los rodeos es jodido. Yo me casaré con mi novia.
En este trabajo no queremos tipos de vuestra clase.
Conoces a un tal Jack Twist?
Me voy unos días a pescar a la montaña. Cuídate.
Me casé con la chica más guapa de la ciudad y su padre está forrado.
No he podido olvidar aquel verano.
Los descubrí por casualidad. Y la caña todavía conservaba la etiqueta.
Ella es la mejor vendiendo cosechadoras.
No vuelvas a hablar de eso en toda tu vida.
Ya estoy harto de usted, ésta es mi casa, y ésta es mi familia.
Hasta noviembre no podré volver a pescar, tengo que cuidar varios rebaños.
No he podido olvidar aquel verano.
Mi padre me enseñó lo que le hicieron a aquel tipo cuando yo era muy pequeño.
Si quieres compramos un rancho.
Por qué no me dejas en paz de una vez por todas?
Puede usted subir a su habitación.
Jack, te juro…