miércoles, noviembre 30, 2005

Por azar del destino he vuelto a visitar, la pasada semana, Turquía y Chipre del Norte. Una vez les comenté que vivía con un ave migratoria, y por ello terminas, cuando menos te lo esperas, convertido en otra ave migratoria. La semana pasada este fue mi plan de vuelo: Genève-Zürich-Basel-Antalya-Encan-Istambul-Zürich-Genève.

Descubrí a Antalya, sus rincones, en donde me sentí Sultán y hasta un rico Califa.

Luego salimos a Chipre de Norte, a ese país no país desde 1974. Allí regresé a Lefkosa –y a su absurdo muro que la divide en dos-, a Girne, a Gazimagusa (Famagusta), a los recuerdos entre todas sus ruinas desde que el mundo es mundo.

En Lefkosa me deje amasar por un señor –cuidador de ese arte milenario- en un Hamman que data del siglo trece.

Luego volver, después de 5 años, a Istambul.

A sus calles y volver a otro Hamman –me gusta repetir lo bueno- en dónde sólo les faltó cepillarme los dientes, y no es metáfora.

No les quiero aburrir con mis anécdotas, unas cuantas, y con mis 202 fotografías. Sólo me limito a una sugerencia. Si alguna vez la vida los lleva a esos lares, les comento, los taxistas no tienen ni idea de dónde quedan las cosas y no saber turco es todo un problema.

Otro punto, definitivamente los países no son un puñado de fotos, de kilómetros caminados, ruinas vistas, historia sabidas, conocidas o por descubrir.

Los países son para sentirse.

sábado, noviembre 19, 2005


No puedo negar, ha sido una semana algo movida, como para tener tema de conversación para rato. A vuelo de pájaro podría nombrar:

El resultado del juego entre Turquía y Suiza; la clasificación de España al mundial; el problema con el estatuto catalán; los disturbios en Francia que benefician directamente a la derecha –recuerden este nombre Nicolas Sarkozy- y la recuperación del ultraderechista Le pen; la historia sin fin entre Palestinos y Judíos.
Angela Merkel con su pastiche de democristianos y socialdemócratas, la relación tortuosa entre Chile y Perú por sus límites territoriales matizados por la aparición de Fujimori en Santiago; la posible reelección de Uribe en Colombia.
El “problemilla” entre los presidentes de México y Venezuela –"a ver si me quitas ésta paja del hombro"-; la protesta por la reforma educativa en España –la iglesia metida hasta el más allá-; en Italia Berlusconi y su particular feria de las vanidades; la visita del Presidente Chino a Europa; El inquietante fantasma de la revuelta de los inmigrantes que recorre Europa, el nacimiento de la INFANTA Leonor, Darwin contra la pared por el disfraz científico del creacionismo que se propaga por EEUU con el apoyo de Bush –quién más- y del Vaticano.

La gripe aviar, la subida del combustible y el acuerdo de Kyoto al olvido, los treinta años de la muerte de Franco, Carlos y Camila en EEUU, Federer imparable, la coronación de Alberto II de Mónaco, las calles de Bagdad, Pakistán, Afganistán, Suiza estrenando su campeón mundial en arado -40 hectáreas en 24 horas!!!- y pare usted…

El domingo pasado me puse a leer El País, para ponerme al día con el mundo en castellano. Pues, entre otras cosas me enteré que ya salió el “Diccionario panhispánico de dudas”, es decir, ya puedo escribir castin por casting, glamur por glamour, Bangladés por Bangladesh, “opciones sobre existencias o reservas o cualquier cosa disponible para uso futuro” por stock options, versión o adaptación por remake y otras sutilezas. Ya puedo ver que mi pantalla se llena de rayitas rojas, como si tuviera un extraño sarampión, y no sentirme, del todo, culpable.
Sé que el idioma es un ser vivo, que muta, se trasforma, que crece y todos los etcéteras que pueden ustedes ponerle.
Cual es mi problema semántico que me ha jorobado toda la semana?
El prefijo “des”.
El prefijo des, si mi conocimiento del idioma no me falla, sirve muy bien para componer la “acción contraria o inversa de la significada por la base”. Por tanto si la base es localización (situación en un lugar), la deslocalización equivaldría al traslado a otro lugar.
El prefijo “des” sirve también para la forma negativa de algunos sustantivos: motivación/desmotivación. Esperanza/desesperanza. Contento/descontento. Ventura/desventura.
Para la forma negativa de algunos adjetivos: agradable/desagradable. Apreciado/despreciado. Contento/descontento.
Para la forma negativa de algunos verbos: contentar/descontentar. Conocer/desconocer/. Motivar/desmotivar.
Hasta allí, todo bien...

Ahora, qué demonios quiere significar la palabrita: DESLAVADO? Qué les sugiere? Qué creen ustedes entender por DESLAVADO?

Al ver, la fulana palabrita, en la pagina 92 de la revista EP de El País. Trasmuté. Salí corriendo a ver mi “Pequeño Larousse 2005” y no la encontré. Me fui a ver que decía la página
http://www.rae.es/ y para mi desconsuelo. La encontré:

Deslavar: (Del lat. delavāre).
1.- tr. Limpiar y lavar algo muy por encima sin aclararlo bien.
2.- tr. Desustanciar, quitar fuerza, color y vigor.
Deslavar: (De deslave).
1.- tr. Méx. Desmoronarse la tierra de un cerro a causa de la lluvia.

No era mejor escribir que el pantalón era PRE-lavado? Auxilio, soy un ignorante. Debe ser que la palabra es “Muy guay y mola mogollón!!!”
Cosas del idioma.
Sobre la foto, así me siento, completamente perdido en el espacio.

martes, noviembre 15, 2005


A quién corresponda.




El mono que quiso ser escritor satírico.

En la selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor satírico.

Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cócteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la mano.

Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.

No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por lo demás habitantes de la Selva, ante los cuales, por contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o doméstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla en sus sátiras.

Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.

Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los animales de la sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.

Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios -auxiliares en realidad de su arte adulatorio- lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas, y desistió de hacerlo.

Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién; pero por miedo de que sus amigos de éste género, y especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que egoísta no hacía más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo.

Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra las Gallinas adúlteras que andaban todo el día inquietas en la búsqueda de Gallitos; pero tantas de éstas lo habían recibido que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.

Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no encontró contra quién dirigir sus baterías, pues todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.

En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.


Cuento de Augusto Monterroso del libro: "La Oveja negra y demás fábulas" 1969.


sábado, noviembre 12, 2005


“la luz de la lámpara,
bañaba la mesa con una sombra amarilla espesa.
Una boca, delineada con lápiz oscuro,
se abría, como una granada roja,
a la incertidumbre.
Cuerpo moreno de hembra embestida por madrugadas negras.
El café se enfría...”

"¿Por qué las cosas son así?" Se preguntó mientras era besada por segunda vez, con un beso de esos llamados “pasionales”. Se sintió vacía, como si en realidad le hubieran quitado parte de sí y estaba en lo cierto.

Sin saber por qué, ni cómo, pensó en el primer día que llegó, algo nerviosa, llena de incertidumbre, era normal sentirse así. El tiempo pasó lento, pero seguro.
Ella era Ella, entre cuatro paredes, de vez en cuando se le resecaba la piel por el tipo de jabón que Él compraba, mas de que importaba, nunca se bañaba sola y le gustaba ser tocada de todas formas y maneras por él.
Sólo Él la conocía por dentro y por fuera. Él.
Cuando salían de fiesta, era de fiesta realmente, no le parecía justo maquillarse, no porque no quisiera, sino que desde el principio de sus días tomó la decisión de nunca hacerlo.
Después de ser tocada por Él, la primera vez en aquella mañana de otoño, supo que le amaba, y sin controlar ese estúpido rubor que se nos presenta cuando menos lo esperamos, le dijo “Sí” y Él dijo: “Sí, la quiero a Ella...”
“La quiero a Ella”. Música para sus oídos, supo lo que era realmente un orgasmo cuando Él la llenó de tantas cosas, le amaba de ello no cabía ninguna duda.
Él, Él en realidad era “algo” desordenado y difícil, pero con Ella, se comportaba de una forma distinta, se diría que hasta galante. Él no podía ocultarlo, Ella era mucho para Él, Ella es su mayor posesión, sin duda, era un orgullo poseerla y despertaba todo tipo de envidia a todos sus amigos.
En fin, eran un matrimonio perfecto.
Cuando menos lo esperaba, Él llegó acompañado, le pareció normal, en fin eran compañeros en la oficina, hablaron de pasivos, activos, fondos líquidos, créditos, miles de cosas más y un par de piernas largas, y uñas rojas, y cabellera larga...

__Quieres algo?.-Preguntó Él
__Me gustaría un café...

Ella se estremeció, ¿tomar un café?, ¿A quién se le ocurre tomar un café? Y cuando Ella estuvo a punto de ofrecer una copa de whisky, brandy, vino, gine...

___Claro, no faltaba más.- respondió Él.

Ella se sintió morir. “Tomar café”, a esa intrusa, se le ocurre tomar café.
Luego de un rato, la otra se marchó y Él fue a despedirla, Ella estuvo a punto de gritar de indignación dejando caer su cuerpo al vacío, ocurriendo el desastre al caer sobre la alfombra beige del estudio.
Él la encontró, inmóvil con manchas oscuras y un olor penetrante a café..., no pudo llorar, no era necesario, en su pecho sentía opresión y no logró articular palabras.

Luego de muchos años, aun recordaba la escena, y jamás pudo comprender como una taza, esa hermosa joya de período Yuam, se volvió trizas sobre una tupida alfombra beige, llena aun de café con marcas de rojo labial.

UN POCO MÁS DE LAS CINCO Y TREINTA...

Un poco más de las cinco y treinta minutos de la tarde y a pesar que llueve desde unos días, el calor se hace pastoso, miles de ojos que van mirando sin mirar. Respiración, gesto que se torna común y se hace dificultosa, para terminar como un general jadeo triste de marcado cansancio.
Corre-corre de un lado a otro tratando en vano de ubicar un posible buen puesto, pero de nada sirve ya. Los abrigos, camisas, faldas, pantalones, vestidos, corbatas, chaquetas, libros, periódicos, bolsas, morrales se hacen calidoscopio alucinante de colores de rápido movimiento que te aplasta contra la paredes aturdiéndole y aturdiéndote para luego regalarnos esa sensación de nauseas.
“Entrar o no entrar” se convierte en un nuevo dilema shakesperiano, el sudor no tiene más remedio que demarcar contornos, los maquillajes se convierten en fantasmas, se chorrean haciéndose mueca perdida entre los surcos de los rostros, allí donde las arrugas se hacen más y más evidentes. La gente empuja, habla, se queja, ríe, hace mofa, hablan en todos los idiomas y dialectos terrestres para construir un murmullo sordo y fastidioso que nadie entiende y que la mayoría responde por responder...

“Je vais tard arriver…” “Tu sais celui qui s’est mariée…” “…ayer en la misión…”, “Sono speciale…”, “and when you arrived…”, “…debe estar en la oficina”, “…et celui-ci, vous le reconnaissez?”, "…habe ich mir überhaupt keine Gedanken gemacht...", "…te as trompé, est la première dérivée... “…visto ieri a Maria dentro…”,“Chaito, pues...”

Un par de ojos pestañean.

El calor crece, juega entre las manos, besa muñecas, besa cuellos, se mete entre los senos, se mezcla entre las piernas, corre a sus anchas por las espaldas, cae por los tobillos, todos son pisados por pies fantasmas e invisibles, las medias se rompen.

Se abren puertas, gente sale, gente entra para volver a comenzar la misma rutina una y otra vez. La misma escena con casi ninguna variante.

Unos labios recién afeitados se mueven.

En un algún momento comienza la afinación, sin oboe que marque la pauta o ¿sí?, de cada uno de los instrumentos, cada dedo va haciendo variaciones y escalas tomando como base la nota LA. Yo observo desde mi atril, con todo y violoncello, es sólo un ensayo, pienso, vibro mi cuerda “la” al aire, muevo mis clavijas, vuelvo a vibrar mis do, sol, re, la, rectifico la tensión de mi arco, un bailoteo sobre el mástil y dejando sonar una escala. Estoy afinado. Perfecto!!!

Mientras veo y arreglo mis partes, me concentro, una mano izquierda, sin estar en el programa que me dieron, comienza a interpretar, lentamente, como por inercia, el “Concerto pour la main gauche” de Maurice Ravel sin necesidad de ningún teclado.

...

Una mano derecha se sonroja, no sabe que hacer, emprende sudorosa huida, los ojos de la mano izquierda brillan y hasta ríen, consiguió el l.q.q.d. (lo que quería demostrar), intimidando a de la mano derecha que estaba tranquila tras su atril y sus pentagramas. Grave error. En pleno primer movimiento, cuando la izquierda domina la situación, de improviso, la de la derecha se decide por Tchaikovsky y emprende sin arco “El Concierto para violín en re mayor Op. 35”. La izquierda paró en seco y la derecha también. Derecha ríe... “Deja”, dice la derecha entornando nudillos y párpados.

Se hace silencio y todo vuelve a la normalidad, bueno, eso creí.

La discípula de Nicolás Paganini vuelve a parpadear lentamente y el discípulo de Sergej Rachmaninov le dice algo en el oído, la izquierda mueve todas y cada una de sus falanges, falangina y falangetas; Derecha sus metacarpos y sobretodo los carpos. Ambos se miran.
Luego de un tiempo y después de ambos perderse en las pupilas del otro, Derecha mueve sus dedos de forma genial dejando a Francescatti a Kreisler obsoletos y hasta Yehudi Menuhin perdería concentración, a mitad de camino, tratando de poner fin al "Concierto para violín y orquesta de cuerda en re menor, Op. 64" de Mendelssohn, Izquierda asume el reto haciendo intrincadas muestras de virtuosismo sobre el teclado, donde el pobre Chopin y Liszt sucumbirían.

Yo observo preguntándome ¿Qué hago yo metido en este des-concierto con partituras equivocadas?, me transformo en anatema viendo mis partes de Wagner, Tristán se quedó triste e Isolda, la pobre, no sabe que hacer y yo con ella. Observo a los espontáneos interpretes de la tarde más no sé qué hacer con mi enorme violoncello y su arco.

El calor se hace pastoso, miles de ojos que van mirando sin mirar, respiración, gesto que se torna común y se hace dificultosa para terminar en un general jadeo triste marcado cansancio.

...Espero los aplausos, o las pitas. No llegan y vuelvo en tiempo y espacio. Tengo que salir...

...Ya llegue a la Estación Central, mi destino, y por poco el tranvía me lleva a otra estación, para evitarlo salgo corriendo del vagón dejando mi violoncello, atril y partituras.

Derecha e Izquierda (que se bajaron en la misma estación que yo, pero se me perdieron en el bullicio y el tropel de la gente) posiblemente llegaran a concluir su concierto del día (creo que les vi levitar celestialmente sobre los peldaños de la escalera mecánica de la mano) en una Suite del algún lugar en esta ciudad, mientras yo estaré fumándome placidamente, y sin remordimientos a Wagner, tomándose un te frió, escuchando a Maria Callas y Nicolai Gedda, ella Carmen y él Don José, llenos por el polvo amarillo de alguna plaza perdida de mi amada España, a las tantas de la tarde entre abanicos, vino, claveles, rosas, mantones y sol calcinante. En aquella grabación del 64 en un Paris que ahora arde en desencuentros.

viernes, noviembre 04, 2005

El 08 de septiembre 2005, Photheus nos regaló un post sobre Giovanni Bologna, entre otras cosas escribía:

“Le pido a quienes me honran leyéndome, se paseen por la obra de este ser monumental, trabajador callado y fanático de la perfección de conceptos.”

Como ya Ustedes saben, estuve en Florencia, recientemente, y al ver ese grupo escultórico me fue imposible no pensar en él.
Además, y a pesar de conocernos en una tertulia con los maestros sofistas (Él y yo teníamos otros nombres), hace unos cuantos siglos, nunca le he regalado nada y me pareció un bonito obsequio para él.
Otra cosa, Photheus es el único responsable que yo este torturándoles con mis escritos, pues fue quién me abrió las puertas a los blog.
A todos ustedes les dedico las siguientes fotos, como muestra de agradecimiento por tomarse el tiempo en leer mis locuras y, sobre todo, dejarme sus nutrientes comentarios.

Todo lo mejor para Ustedes.

martes, noviembre 01, 2005

Ya regresé…
En cuanto me ponga al día con el perolero, el correo, los pagos -inevitables a principio de cada mes-, el desastre que tengo en mi escritorio y, sobretodo, mi particular largo etcétera.

Prometo que les vuelvo a torturar con mis escritos.




Las fotos son para Photheus.