Un poco de nada..., o lo único que quedó de un proyecto de novela.
Siempre se me ha hecho más fácil hablar de las cosas de los demás, mirarles y solucionar sus problemas como quién se enfrenta a un problema aritmético, químico o físico; es como ir al cine y saber, antes que el protagonista, quién fue el ladrón, quién fue el asesino o cualquier detalle que tenga relevancia en el desarrollo de la trama. En fin, es mucho más fácil hablar de los demás y es hasta divertido, sé que no soy nada original, pero quién realmente lo es.
Decía que es mucho más fácil hablar de los demás, claro manteniendo una especie de "Código de Ética", me explico, nunca decir los verdaderos nombres de los involucrados para evitar problemas posteriores. Bueno, al hablar de los demás quizás somos más objetivos. Cuando hablamos de nosotros mismos podemos pecar de poco modestos, nada objetivos, condescendientes y constantemente nos vamos a justificar entre otras cosas. No soy partidario de las autobiografías. Es una ridiculez vociferar a los cuatro vientos:"¡Qué arrecho soy!", me parece una soberana pendejada y cursi por demás.
Buenos..., hablar de otro es más divertido y al hacerlo vamos creando una especie de sexto sentido que capta inmediatamente detalles, miradas, gestos, poses, formas de vida..., cosas que a uno le sería bastante difícil de auto-observarse, a no ser que se viva constantemente frente a un espejo, circunstancia nada práctica y menos cómoda.
Hoy, para variar, voy a hablarles de cuatro amigos, que por extraño que parezca, los conocí en una aburrida fiesta, situación que se torna nada original, si tenemos en cuenta que en la mayoría de las telenovelas brasilera los grandes encuentros son en una fiesta, almuerzo, cine, teatro, librería, funeraria, cementerio, aeropuerto, exposición o lugar público verosímil o inverosímil que éste pueda ser.
Por razones obvias, ya explicadas, los nombres serán cambiados para "proteger a los inocentes", frase copiada textualmente de las películas yanquis del género negro y que pretenden mover cada uno de nuestros sentidos sin ninguna contemplación. Cosa que, en honor a la verdad, no pretendo.
Voy a hablarles de dos mujeres y dos hombres por el mero hecho de estar en oferta creí pertinente hablar de dos parejas. Para facilitarles las cosas, o para complicarlas, voy a esbozar sutilmente cada uno de mis amigos, ellos son:
Migdalia Sánchez: Una mujer realmente interesante, tiene la rara cualidad de amanecer como soprano ligera un lunes y terminar como la propia contralto dramática el viernes en la tarde.
Su profesión: Periodista -vocalizando cada una de las letras, por favor-y de las buenas según parece o por lo menos eso se dice de ella.
Pasará el tiempo y les puedo asegurar que ella terminará su vida, si es que algún día decide morir y culminarla, cubierta de tinta y diciéndole a la muerte que le espere un momento en la redacción mientras que termina la edición del día y/o el guión del próximo especial televisivo. Autosuficiente es su mayor error y defecto.
La otra mujer es Ada, Ada José Núñez Alonso..., ella desafía cualquier definición posible. Hiperquinética, jamás para de hablar, sus expresiones son pendulares; pasa de la ironía más sutil a la caricia más mordaz y al final no sabemos del todo qué carajo trató de decirnos. No quiero decir que no la entendemos, ojo, lo que pasa es que la carajita más de una vez le mueve el piso a cualquiera en un abrir y cerrar de ojos.
Ada es una mujer particular y, contrariamente a lo dicho de Migdalia, de Ada no se sabe que es..., académicamente hablando. Piense Usted en cualquiera profesión de esas que se estudian y luego dan algún papelito con estampilla y sellado por el ministerio y muy difícil que Ada no tendrá algo por el estilo en su curriculum.
No..., no se ría, es en serio. Tal vez exagero un poco, pero esa carajita sabe de todo, todo o en el peor de los casos sabe lo que de verdad es importante saber y se acabó. Con ella ningún tema puede extinguirse así como así. También existen las mutaciones ¿Verdad?
La última vez que supe de ella, es que estaba perdida dentro de un anticuario con moho, humedad y polvo incluido, con la nariz vuelta asco, indiscreción que la hacía ver humana a mis ojos, pero feliz; al saberlo no me extrañó en lo absoluto y si mañana en la mañana me dicen que le dio por raparse la cabeza y meterse a budista o por ser extremista come-candela..., lo creo. Maravillosa mujer sin lugar a dudas.
Helmut Müller..., si ustedes le conocieran quizás podrán entender mi impresión. Es hablar con la National Geography en imagines. Su pinta es de lo más teutón y, que me perdonen los judíos, pero si Adolfo Hitler lo hubiese conocido le hubiera tomado como modelo ario. En verdad su físico es lo de menos, lo realmente impresionante fue verlo bailar cual negro en plantación y, por más tímidos que fueran sus genes, no me explico cómo tal ente bailara así, pues que yo sepa, Wagner jamás escribió un toque de tambor para la fiesta de San Juan Bautista en una playa del litoral venezolano, porque el ritmo se lleva en la sangre, trópico puro, simple y sencillo. Negras sudorosas, cuerpos llenos de lujuria y ojos puyones, calor y trópico..., divino trópico donde el arroz con caraota negras aún es posible sin rollos existenciales ¿Verdad Mandela?
Una vez, sólo una vez dejó su Síndrome Nórdico de Greta Garbo, léase, frío y distante. Esa vez le vi una chispa de luz en su gélida mirada al hablarme, con una soberana pea, de sus sentimientos, de su vida para luego volver a ponerse su mascara impenetrable. Nadie es perfecto.
Hace tiempo que no sé de él. Lastima. Se metió en las frías tripas de un ave de metal rumbo a gélidos horizontes europeos de economizante luz y..., lloró, se le movió su mascara rompiéndose en inverosímiles pedazos, y que aunque todos contribuimos a reconstruir, ya no era la misma y él lo sabía. Ante los ojos de todos se volvió humano, respiraba y jadeaba, tenía que irse irremediablemente para enfrentarse con su vida. Bien sé que no soy bueno cultivando el género epistolar ni gasto dinero en impersonales llamadas transoceánicas que a veces abren heridas.
El cuarto es José Manuel Rivero Antic y no sé cómo describirle con pocas palabras sin parecer duro con él. Enrollado como él sólo, es ese raro ser que al no tener problemas van por la vida buscándolos, es decir, es un accidente buscando donde ocurrir. Pasando por alto ese pequeño detalle, se puede decir que José Manuel es en verdad poco común y mejor compositor dominical, jamás entenderé como es posible que alguien componga tan bien y que los pentagramas se tornen amarillos en la banqueta del piano o en el armario, que al final esos mismos pentagramas se cuelen en la bolsa de la basura o que sirvan para que el perro deje su caca fresca sobre el primer movimiento de alguna obra inconclusa. Un Schubert más de la vida. Nunca lo entenderé.
El día que lo conocí, tenía tremenda nota depresiva, ya ni recuerdo por qué, y se puso a cantar todas y cada una de las canciones de María Grever, desde "Muñequita linda" hasta "Júrame", como los dioses y como nunca he vuelto a oírlas.
Le veo, cuando puedo y llego temprano a casa, a través del televisor y miro su cálida sonrisa decir, mirándome fijamente a los ojos: "Buenas noches señoras y señores. La situación mundial es...", y me es inevitable esbozar una leve sonrisa.
Querida Emperatriz China, otra vez tienes razón, ya es hora de colocarle un QEPD, abrir las ventanas y dejar que el aire fresco se lleve las hojas de aquel otoño.